"Soy tan feo que cuando nací, la que lloró fue mi madre", dice pendenciero, tratando de esquivar el desaliento al que ha sometido a él y todos sus compañeros los días de virus y cuarentena.
Mondonguito es parte de una fuerte tradición popular peruana de cómicos ambulantes. Son hombres mayormente venidos de los pueblos "del Ande", como se le dice localmente a la sierra andina, y que se instalaron en las periferias pobres de la capital, para luego tomar las plazas públicas y montar espectáculos de humor para los transeúntes.
Acabados los años del fujimorismo, con la televisión como esa máquina que te mastica y bota sin asco si no le das audiencia, los cómicos volvieron a sus raíces. Tomaron de nuevo las calles con un humor donde le llueve por igual al rico, al pobre, al gay, al "macho", al negro o al blanco, en un despliegue políticamente incorrecto, pero que su gente humilde adora.
De comedia a tragedia
Sin embargo, ahora Mondonguito habla desde su casa en el populoso distrito limeño de San Juan de Lurigancho, uno con los más altos índices de contagio por COVID-19, y el tono bromista se le va luego de unos breves minutos. "Esta pérdida es irremediable para nosotros", dice azorado a Sputnik, y no habla de un familiar fallecido, sino de sus calles y plazas, cerradas por sabe Dios cuánto.
"Extrañamos al público, extrañamos lo nuestro, entonces a raíz de esto [la pandemia] mis compañeros se sienten mal, la están pasando muy mal económicamente y no hay manera cómo salir porque vivimos de esto", afirma.
Con otros colegas que conforman la Asociación de Cómicos Ambulantes del Perú (Asocap), los artistas han dirigido oficios a la Presidencia, a los ministerios de Cultura y Trabajo pidiendo ayuda para salvar el mal momento, pero la respuesta ha sido nula, "nada de nada", se lamenta Mondonguito.
Según confiesa, un cómico ambulante puede hacer hasta 50 soles (15 dólares) en un día bien trajinado, pero la carga familiar es fuerte y se vive al día. ¿Y tienes ahorros, Mondongo? "¡¿Ahorros?! Sin cachita [burla] tampoco, hermano", responde.
Cuando se le pregunta si han pensado en alguna manera de reinventar su oficio, evitando las plazas y las aglomeraciones de su público, se queda callado, toma un respiro hondo, luego una exhalación. "No sabemos qué hacer", dice y desaparecen las ganas de preguntar otra cosa, sino más bien respetar el dolor por la pérdida.
🇵🇪 En el Hospital Regional de Iquitos hay apenas 11 médicos y 17 enfermeros, luego de que 10 médicos y 22 asistentes sanitarios fallecieron en la región por COVID-19
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) May 16, 2020
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"¿Podrían poner en el artículo que, por favor, el Gobierno nos ayude?", pregunta el cómico. Luego se despide y cuelga el teléfono, guardándose cualquier broma para otro tiempo donde quepa reír.