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Despedida de Julio Anguita, carismático líder de la izquierda española

© AFP 2023 / Dominique FagetJulio Anguita
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El exalcalde de Córdoba, exsecretario general del PCE y excoordinador general de Izquierda Unida (IU) marcó una impronta en la vida política del país. De principios insobornables y dotado de un poder de oratoria cautivador, bregó contra las posiciones neoliberales con las que la UE marcaba el paso a las organizaciones políticas del país.

El ex político andaluz Julio Anguita González falleció el 16 de mayo a los 78 años de edad en el hospital Reina Sofía de Córdoba, su ciudad natal, donde se hallaba ingresado en la UCI desde hacía una semana tras haber sufrido en su domicilio una parada cardiorrespiratoria. Las señales de duelo en la ciudad no se hicieron esperar y el libro de condolencias virtual abierto por el Ayuntamiento acumula miles de mensajes. La ciudad ha decretado tres días de luto

Los problemas cardiacos le habían obligado a abandonar la política parlamentaria activa en 1999, pero ya en 1993 sufrió su primer infarto, en plena campaña electoral de las elecciones generales de ese año.  Apodado el Califa Rojo, Anguita adquirió celebridad en España tras las primeras elecciones municipales celebradas tras el fin de la dictadura, cuando ganó la alcaldía de Córdoba como primer cabeza de lista del Partido Comunista de España (PCE). Era 1979 y Córdoba era la única capital de provincia española gobernada por un alcalde de este partido. Lo hizo hasta 1986.

Diputado en el Parlamento andaluz durante dos legislaturas y candidato a presidir la Junta de Andalucía, impulsó en 1984 la creación de Convocatoria por Andalucía, germen de lo que dos años después dio lugar a Izquierda Unida. Secretario general del PCE desde 1988, en 1989 asumió el puesto de coordinador general de IU, donde logró un incremento de su fuerza electoral que culminó con 21 diputados (alrededor del 10% del voto) en las elecciones generales de 1996. Hizo célebre su línea de acuerdos programáticos con otras formaciones políticas mediante la frase "Programa, programa, programa", y también su denuncia de "las dos orillas", por las que equiparaba en última instancia las posiciones de socialdemócratas (PSOE) y conservadores (PP) en España.

Un estilo diferente

Julio Anguita pasará a la historia por varios motivos, muchos de ellos apenas característicos de la clase política. También por liderar la izquierda española tras la caída del Muro de Berlín y la autodisolución de la Unión Soviética, hitos históricos que redefinieron las posiciones de los partidos comunistas en Europa y de la socialdemocracia, que adoptó la llamada tercera vía.

Dotado de un don para la oratoria que antes que electoralista era pedagógica, este profesor de Historia tiñó de ética personal y honradez un discurso que caló hondo en muchos españoles durante los años noventa. Sus primeras apariciones televisivas en TVE, en el legendario programa de debate La Clave, ya habían dejado inmediata constancia de un personaje de cultura amplísima y gusto por los clásicos, pero no pedante; de un político con un magnetismo tan evidente como alejado del populismo.

La brillantez en la exposición de sus argumentos, así como la total ausencia de descalificaciones personales o expresiones hirientes para con sus rivales políticos ―tan en boga en la actualidad―, eran otras de sus enseñas. Se suele afirmar que Anguita era admirado por muchos y votado por pocos.

Es cierto que su congruencia concitó el respeto del electorado en general, su imagen como defensor de la clase trabajadora era intachable. Pero nunca terminó de cosechar la ingente cantidad de votos que su prestigio parecía augurar. En cualquier caso, muchos jóvenes desinteresados de la política, con Anguita lo estaban menos. Y muchos más dejaron de interesarse por ella una vez desapareció de la escena pública. Hasta que en 2011 irrumpió el 15M, movimiento que en cierto modo era deudor de sus tesis.

Frente a todas las tensiones

Anguita confrontó por igual a rivales políticos de dentro y fuera de su partido. Por un lado tuvo clara la necesidad de transformación del PCE sin renunciar a su necesidad. Por otro, mantuvo una línea de oposición frente a las tesis político-económicas que a partir de 1992 y con el Tratado de Maastricht empezaron a inundar la praxis de los gobiernos socialistas en España.

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Esta oposición a los postulados neoliberales auspiciados por Maastricht le reportó una suerte de ataque combinado desde las formaciones políticas rivales y los medios de comunicación, en especial los del grupo PRISA. "Mesiánico" y "trasnochado" son sólo algunos de los calificativos con que lo adornaban en aquellos años. Enunció la teoría de "las dos orillas" para caracterizar a la política socioeconómica que se estaba aplicando en España durante los años noventa, que, emanada desde Bruselas, hacía apenas distinguibles a socialdemócratas de conservadores. El Gobierno de Felipe González acusó a Julio Anguita de conformar una "pinza" en su contra, en conjunción con el PP. La "pinza" sería el soniquete casi diario de los medios de comunicación antes aludidos, una suerte de estigma con el que desprestigiar a IU y, personalmente, a Julio Anguita.

Pero la visión de este iba más allá. También hubo de enfrentarse a la oposición y luego separación de varios dirigentes destacados de Izquierda Unida, como Cristina Almeida, Nicolás Sartorius o Diego López Garrido, quienes apostaban por las tesis socieconómicas integradoras de la UE y por la disolución del PCE. El cisma supuso en último término el desgajamiento del 40% de la organización. Almeida, Sartorius y Garrido acabaron engrosando las filas del PSOE. Sus colaboradores suelen afirmar que su primer infarto sobrevino a causa de estas tensiones. Pero el Califa, fiel a sus insobornables principios, fiel a su tesis de negociar programas antes que puestos de dirigencia, aguantó estoicamente e incluso reinventó al PCE como instrumento no de confrontación, sino de defensa de la Constitución.

El nuevo papel del PCE

Anguita redefinió al comunismo en España no como un fin vital al que llegar, sino como un medio para intentar comenzar una nueva existencia. Era la expresión del orden republicano que la ciudadanía se tiene que ganar.

Y a mediados de los noventa, Anguita denunció que la Carta Magna de España, la Constitución, estaba siendo vulnerada por el incipiente dogma neoliberal proveniente de Maastricht y al que nadie más que IU parecía discutir. En su histórico discurso durante la Fiesta del PCE de 1996 en la madrileña Casa de Campo, el Califa expuso ante una multitud absorta que la izquierda que él representaba ya había cumplido su parte desde la Transición defendiendo los valores y derechos amparados en la Constitución española, pero que ahora el capitalismo del fin de la historia imposibilitaba la aplicación del orden constitucional. Fue la asunción de que los comunistas, antes de ser tales, tenían que ser republicanos.

Anguita se opuso al gobernante PSOE por representar los intereses del capital: denunció la destrucción del tejido productivo español al albur de la reconversión industrial, la paulatina privatización de empresas públicas, los masivos casos de corrupción, las reformas laborales, el acomodo del país en la OTAN en unos términos que no habían sido los pactados. Y, sobre todo, la presencia del antiguo régimen en unos aparatos de la seguridad del Estado que ampararon la creación de estructuras terroristas de Estado como los GAL. También confrontó con los sindicatos, cada vez menos combativos y más acomodaticios. Antonio Fidalgo, ex secretario general de CCOO, acabó de colaborador en FAES, la fundación dirigida por el ex presidente José María Aznar.

Influencia mediante el ejemplo

El ascendente de Julio Anguita no ha dejado de crecer con los años. Aun retirado de la vida pública desde hacía cuatro lustros, nunca dejó de escribir, conferenciar y colaborar en diversos proyectos de acción ciudadana. Autor de diversos libros, ha sido también un referente moral absoluto. Poco antes del fin de su carrera política, pronunció un discurso en presencia del Premio Nobel José Saramago, cuya vigencia muchos reivindican.

Tras su salida de la política activa, regresó al instituto de enseñanzas medias donde impartía clases de Historia. Por el camino sufrió un golpe terrible, la muerte en 2003 de su hijo mayor, corresponsal de guerra, en la guerra de Irak. La fatal noticia le sorprendió en las afueras de Madrid, en Getafe, durante un acto organizado en un teatro por Unidad Cívica Republicana. Se subió al estrado y afirmó que su hijo había cumplido con su deber y él iba a cumplir con el suyo. "Ya vendré en otra ocasión, seguiré combatiendo por la tercera república", dijo. Y concluyó con la célebre frase, instituida ya como lema antibelicista:

"Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen".

Julio Anguita renunció a la cuantiosa pensión vitalicia a la que tenía derecho por haber sido diputado de las cortes españolas. Manifestó que con su pensión de profesor tenía más que suficiente para vivir. Recientemente, incluso había rechazado una oferta del vicepresidente del Gobierno español, Pablo Iglesias, para integrar el Consejo de Estado, órgano que emite dictámenes sobre cuestiones que le plantean diversas autoridades.

El vigor de sus ideas

Su imagen es la de un hombre que defendía la austeridad como modo de vida, incorruptible, con la honradez como punta de lanza de su ética. Su habla didáctica y su capacidad de análisis siguen ganando enteros con el tiempo.

Durante la crisis mundial desatada a partir de 2008, el rescate en las redes sociales de sus intervenciones televisivas en debates y entrevistas de los años noventa se hicieron muy recurrentes, habida cuenta del carácter incluso profético que revestían. Prácticamente acertó en todas las previsiones efectuadas quince años antes, cuando alertaba de los peligros de "la Europa de los mercaderes", si bien él siempre adscribió el mérito a su equipo de economistas de entonces.

Con la irrupción del movimiento 15M en 2011 y de la formación política Podemos en 2015, el prestigio de Anguita se reconoció como influencia. Aprobó la génesis de este último partido, cuyos fundadores fueron a consultarle días antes de su gestación. Especie de conciencia última en el ámbito de la izquierda, que entendía sólo como instrumento vinculado a pie de calle a las necesidades de los ciudadanos, en los últimos años dinamizó organizaciones sociales como el Frente Cívico Somos Mayoría, que declaraba como objetivo "constituir un referente de poder ciudadano que induzca de manera creciente a los poderes públicos a legislar y gobernar en beneficio exclusivo de la mayoría". El colectivo articuló a finales de 2012 diez puntos, los cuales, en opinión de muchos, ejercieron gran influencia en los fundadores de Podemos.  

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