"Cada día recibimos más y más informaciones sobre asesinatos y bombardeos de un extremo del país al otro, y muchos de estos ataques tienen lugar en áreas densamente pobladas", declaró la alta comisionada, Michelle Bachelet.
Agregó que "varios bandos del conflicto en Siria, incluido el Estado Islámico [grupo terrorista prohibido en Rusia], consideran que la atención global enfocada en la pandemia del COVID-19 es una oportunidad para reagruparse e infligir violencia contra la población".
"El deterioro de la situación es una bomba de relojería que no se puede ignorar", subrayó.
En total, desde principios de marzo se produjeron 33 ataques de este tipo, 26 de los cuales se llevaron a cabo en barrios residenciales y siete, en mercados.
Casi todos los ataques se perpetraron en las zonas norteñas y orientales del país, controladas por las fuerzas turcas y los grupos armados leales, o por las Fuerzas Democráticas Sirias, lideradas por los kurdos.
En la mayoría de los casos, nadie reivindicó la autoría de esos ataques.
Al mismo tiempo, constató Bachelet, el alto el fuego en la provincia de Idlib, logrado a través de la mediación de Turquía y Rusia, se cumple bastante bien.
La alta comisionada reiteró su apoyo al llamamiento del secretario general de la ONU a un alto el fuego global y pidió a todas las partes que luchan en Siria que sigan este llamamiento.
"Si las violaciones y los abusos actuales continúan extendiéndose y escalando, existe un riesgo de que el país entre en otra espiral de violencia extrema y generalizada cometida con impunidad por todas las partes en conflicto", puntualizó Bachelet.