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El coronavirus obliga a reinventar la protesta social en América Latina

© REUTERS / Tyrone Siu Una proteta social
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MONTEVIDEO (Sputnik) — Virtualización, flexibilización y digitalización del mercado laboral, los trabajos cambian de manera repentina frente a nuestros teclados y pantallas gracias a que la pandemia del nuevo coronavirus nos encerró en casa y que el avance tecnológico hace posible que muchas actividades no se detengan por ello.

A mediados de marzo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó una "elevada" cifra estimada de desempleo global, con 24,7 millones de personas que estarán sin empleo a causa del COVID-19; pero una semana más tarde, el jefe del Departamento de Política de Empleo de la misma institución advirtió que la cifra final podría ser aún "mucho más elevada".

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El número preocupa si se considera que el desempleo global se incrementó en 22 millones durante la crisis económica de 2008-2009; ahora, incluso, se espera que a escala mundial pueda haber hasta 35 millones más de trabajadores pobres que lo que se estimaba para 2020 antes del COVID-19.

Las centrales obreras, de momento, parecen meditar con conciencia sus próximos movimientos, aunque algunos pequeños sindicatos ya se han manifestado.

"Hay tres grandes sectores dentro de los gremios: los que se resentían al avance tecnológico; otro que no hacían nada y un tercer segmento que discutía con seriedad, entre ellos telecomunicación y bancarios. Esos gremios tienen que discutir hoy qué hacen, porque si no va a quedar todo lo malo afectando el derecho de los trabajadores", dice a Sputnik el director del Centro de Economía Política de Argentina (CEPA), Hernán Lechter.

Pero, ¿de qué manera hacer visible un reclamo si no podemos marchar juntos?

Eduardo López lleva 35 años en las aulas y las calles de Argentina, reclamando por los derechos de los docentes como secretario general adjunto de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE).

Al momento de hablar con Sputnik está a minutos de lanzar una campaña en redes sociales contra el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por el pago del salario en cuotas y los despidos. La virtualidad es una herramienta que en UTE ven más efectiva: "si convoco una marcha van 300 personas y quizás se contagia alguno", resume.

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Para López, en este momento "la contradicción principal es si los costos extraordinarios de la pandemia la pagan la salud de los trabajadores o la riqueza de los patrones".

Y sentencia: "no producir en escala y a favor de una plusvalía para cuidarse es, hoy, enfrentar al neoliberalismo".

"En EEUU decidieron que la [pandemia la] paguen la salud de los trabajadores, en Brasil y en Ecuador también; son los casos más explícitos. Argentina es uno de los países que ha dicho lo contrario, podemos tener pérdidas económicas y recuperarnos, pero si perdemos una vida eso no se recupera. El movimiento obrero está apoyando esta última postura", agrega.

Diversos métodos

En las últimas dos semanas América Latina mostró de todo. A principios de abril, en Montevideo, un reducido grupo de choferes de Uber se manifestó dentro de sus autos, tocando bocinas frente al edificio presidencial.

La semana pasada, integrantes del sindicato de transportistas de Chile llegaron a una protesta en el centro de Santiago en autos, buses y minivans, para luego bajarse e instalarse midiendo la distancia entre ellos, aunque la iniciativa demostró ser difícil de controlar.

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En Argentina, en tanto, se convocó para este 7 de mayo a una manifestación opositora al Gobierno bajo la anacrónica consigna "No queremos comunismo".

Según proclaman quienes la organizan, la movilización será "con barbijo [tapaboca] y respetando la distancia" de 1,5 metros entre una persona y otra.

Por su parte, para la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), Emilia Schneider, las multitudinarias marchas a las que están acostumbrados los gremios de la educación de su país y de la región no son posibles en este contexto.

"Las manifestaciones masivas van a tener que esperar hasta que haya condiciones sanitarias, porque desde los movimientos sociales hemos sido los principales defensores de la vida, y por eso nos toca respetarlo", dice Schneider a Sputnik.

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La dirigente cuenta que en su reclamo por lograr un acceso más democrático a la educación, el colectivo que dirige implementó "una paralización de actividades online que duró alrededor de dos semanas"; sin embargo, admite que "no es un mecanismo muy efectivo", y comenta que es necesario que los movimientos se enfoquen en la originalidad para generar nuevos métodos de protesta.

"El coronavirus no sepultará lo de octubre sino que quedan más en evidencia las desigualdades [y] la falta de derechos", opina la también referente del movimiento feminista chileno.

"Nos hemos topado con que nuevamente tenemos mucha desigualdad en nuestro país y mucha violencia económica", agrega.

Cacerolazos

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"El cacerolazo es una forma muy difundida y tiene que ver con nuestra historia, porque, de alguna manera, es una propuesta que data de la dictadura e incluso antes y fue utilizada por distintos sectores, no sólo por la izquierda. Tiene que ver con un país que históricamente ha vivido toques de queda y no podía salir a las calles", dice Schneider.

Los cacerolazos se repitieron en varios países de Sudamérica. Ya sea para protestar o agradecer la labor de los médicos, la acción de golpear una cacerola, o cualquier objeto de metal, con el objetivo de hacer ruido se impone como el método más a mano para que las masas se expresen, sobre todo en épocas de bocas tapadas.

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