La fecha convoca no solo a conmemorar a quienes hace 134 años ofrendaron sus vidas por mejores condiciones de trabajo, pero también a cuestionarnos, interpelar e innovar soluciones a la nueva realidad que ha llegado para quedarse.
La pandemia ha ocasionado la caída constante de las horas de trabajo a nivel. Esto significa que 1.600 millones de trabajadores de la economía informal, esto es, casi el 50% de la población activa mundial, corre peligro inminente de ver desaparecer sus fuentes de sustento, advierte la Organización Internacional del Trabajo OIT.
Pero por otro lado, hay sectores que están sometidos a una carga brutal de horarios de trabajo, como la que sufre hoy el sector de trabajadores de la salud. A esto hay que sumar que no existe prácticamente regulación laboral para los trabajadores que realizan entregas a domicilio (delivery) y en cuanto al llamado teletrabajo maquillado de modernidad, tampoco está regulado.
La cuarentena no debe ser óbice para la discusión, especialmente porque son nuevas formas de explotación disfrazadas de 'innovación o modernidad'.
La pregunta aquí es, cuán vigentes y creíbles son las organizaciones sindicales nacionales de los países para estas nuevas realidades, y no solo defender el salario mínimo vital, que es muy importante, pero también afrontar estas nuevas problemáticas que ahora pasan a ser permanentes.
En el caso del sector sanitario por ejemplo, la salud podría verse afectada adversamente como consecuencia de su elevada carga de trabajo durante la crisis. La salud mental de los profesionales que trabajan en oficinas podría padecer los efectos del aislamiento y de la cuarentena. Y, por último, la inseguridad laboral y la pérdida de ingresos podrían provocar problemas de salud mental a trabajadores y obreros. ¿Cómo se resolverá o enfrentará ese problema, nunca antes visto?
Sueldos exiguos frente al salario mínimo
La tendencia predominante hacia trabajos temporales, de muy corto plazo e incluso de media jornada, conlleva remuneraciones que no encajan en el concepto de salario mínimo.
El trabajo bajo contrato temporal es alimentado por la gran inestabilidad de la demanda de los mercados laborales, permite esquivar normativas laborales mínimas, donde los trabajadores no cuentan con posibilidad de seguros médicos y la figura del despido no existe por ser contratos de muy corto plazo que puede renovarse, o no, de acuerdo a la demanda o antojo del contratista.
En las espaldas de las mujeres
En tiempos del coronavirus las reivindicaciones por las que luchaban los trabajadores hace 134 años en Chicago siguen siendo actuales, pero ahora suman más. En todo el mundo, hay casi 100 millones de trabajadoras mujeres que llevan a cabo su labor en instituciones sanitarias y de prestación de cuidados.
Así, las mujeres están en el escalón más bajo de la precariedad por la ausencia de sistemas de protección de su salud y porque ejercen labores en áreas hoy muy expuestas.
Es cuestión de hambre
Cuando el mundo adoptó los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), se comprometió a erradicar el trabajo infantil a más tardar en 2025, y el trabajo forzoso y la trata de personas en 2030.
Hoy en todo el mundo, 218 millones de niños de entre 5 y 17 años están ocupados en la producción económica. Entre ellos, 152 millones son víctimas del trabajo infantil; casi la mitad, 73 millones, están en situación de trabajo infantil peligroso.
Los objetivos de desarrollo sostenible que se planteó la ONU se alejan más de ser alcanzados, pues lo cierto es que, mientras haya una familia sometida a vulnerabilidad socioeconómica habrá explotación y trabajo mal remunerado.
Este Primero de Mayo una importante reivindicación seguramente será exigir a los empleadores que previo al retorno al trabajo se realice una evaluación del riesgo y tomar medidas para que el lugar de trabajo cumpla los mínimos criterios en materia de seguridad y salud, para minimizar el riesgo de exposición de los trabajadores al COVID-19.
Las soluciones y defensa de los derechos laborales, como siempre, no vendrán primordial y exclusivamente de los Gobiernos ni desde el empleador, sino desde quienes sufren a diario de explotación y malas condiciones de trabajo.
Se trata de interpelar a los Gobiernos, a los Parlamentos a los sindicatos y a los empleadores.
Necesitamos otro mayo, no sangriento como lo fue en 1886, sino inspirador y alentador, para reivindicar los viejos nuevos derechos laborales, porque la explotación no ha desaparecido, solo ha tomado otras formas.