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La estructuración del plan final para asfixiar Venezuela

© REUTERS / Tom BrennerDonald Trump, presidente de EEUU, respondiendo a las preguntas sobre Venezuela durante la rueda de prensa
Donald Trump, presidente de EEUU, respondiendo a las preguntas sobre Venezuela durante la rueda de prensa - Sputnik Mundo
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El Gobierno estadounidense busca aprovechar la pandemia y la situación económica global para recrudecer el bloqueo sobre Venezuela y lograr una asfixia que desemboque finalmente en el punto de quiebre, es decir el derrocamiento de Nicolás Maduro.

Los meses de relativa estabilidad económica y política quedaron atrás en Venezuela. El inicio de la pandemia de COVID-19 fue visto como una oportunidad por parte de Estados Unidos para acelerar el intento de derrocar al presidente venezolano, Nicolás Maduro.

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El cálculo estadounidense fue doble: el Gobierno de Maduro no tendría cómo enfrentar la pandemia, y la caída de los precios petroleros representaría un golpe letal sobre la industria venezolana ya bloqueada.

Sin embargo, EEUU erró en el cálculo, como suele suceder en el caso de Venezuela. El manejo de la lucha contra el coronavirus en el país arrojó resultados positivos desde el primer momento. Pasado un mes y medio desde que se confirmaron los primeros casos —un viernes 13 de marzo— Venezuela ha registrado 331 contagios, 142 personas recuperadas y 10 fallecidas.

Al contrario de lo que se quisiera prever (y así lo había señalado un editorial del Washington Post, publicado el 20 de marzo), Venezuela no se transformó en el nuevo epicentro de la pandemia.

El buen manejo no detuvo el flanco principal de asedio contra el país, es decir la economía, como parte de la escalada integral. Los impactos se manifestaron tanto en los datos de la macroeconomía como en la cotidianidad. "Todo es parte de un plan, está entrelazado", explica Juan Carlos Valdez, abogado especialista en derecho financiero y experto en economía política.

Tres medidas

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El primer paso de la nueva fase de la escalada fue la puesta de precio a las cabezas del presidente Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, el 26 de marzo. 15 millones y 10 millones de dólares respectivamente. La escena fue presidida por el Fiscal General norteamericano, William Barr.

Luego de acusar legalmente de narcoterrorismo al Gobierno, EEUU anunció la militarización del mar Caribe en el marco de una operación antinarcóticos conducida por el Comando Sur. Nuevamente el anuncio fue con todas las cámaras, en medio ya de la crisis interna norteamericana desatada por su mal manejo ante la pandemia.

"EEUU quiere incrementar la presión, se inventa lo del narco-Estado, lanzan una operación naval en el Caribe, la gasolina es una consecuencia de ese ataque", explica Valdez.

El avance presentado como indetenible en un primer momento comenzó sin embargo dejar ver desacuerdos internos con el presidente Donald Trump, en particular desde el Departamento de Defensa, afectado en primera persona por casos de COVID-19 y contrario al despliegue en el contexto de la pandemia.

También se sucedieron artículos contrarios a la política de Trump en varios periódicos, como el New York Times o, más recientemente en el Post Gazzete, donde fue titulado de manera clara: "EEUU no necesita una guerra con Venezuela".

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La narrativa bélica del Gobierno estadounidense tuvo un repliegue y agudizó las maniobras en los terrenos centrales: las operaciones de fuerza encubiertas, psicológicas, los intentos de generar quiebres internos, y la asfixia económica.

Los intentos de lograr el quiebre tuvieron como discurso público el denominado "marco de transición", donde EEUU reactualizó su propuesta que se centró en un casi único punto: la salida de Maduro del poder político para iniciar el proceso de transición. En ese discurso el acento fue puesto una y otra vez en la permanencia del mando militar en sus cargos.

En cuanto a la asfixia económica el plan se tradujo en apretar aún más el bloqueo para lograr un colapso que se traduzca en un quiebre por abajo, en la sociedad, y por arriba, en la dirección cívico-militar.

La búsqueda del colapso

El bloqueo norteamericano lleva años en Venezuela. Ha sido sostenido, escalonado, y en los últimos meses ha centrado uno de sus ataques en profundizar el cerco a PDVSA, la empresa petrolera venezolana. El objetivo es afectar su capacidad de producción de crudo, de exportación, de importación de insumos para la refinación, y de gasolina.

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"Tenemos una dependencia grande, y sin el apoyo de quiénes nos están atacando era imposible producir aquí, lo estamos viendo con el tema de la gasolina, tenemos petróleo, refinerías, pero nos hacen falta una serie de insumos que no producimos y necesitamos importar", explica Valdez.

Estados Unidos, según informó la agencia internacional Reuters, articuló una política para que Venezuela no pueda importar gasolina: "desde el tercer trimestre de 2019, funcionarios estadounidenses han instado a la mayoría de los proveedores de combustible de Venezuela a evitar enviarle gasolina".

Esa política se acrecentó para agudizar una escasez de gasolina que hasta el mes de marzo no había afectado a la capital venezolana. Valdez analiza como EEUU, desde su conocimiento de los mecanismos económicos venezolanos, despliega el bloqueo.

"Sabiendo todo eso estructuran este bloqueo, como la distribución de bienes y casi todo se maneja por carreteras, porque no tenemos sistema de red ferroviaria, entonces al no haber gasolina es una forma de asfixiarnos".

La última decisión anunciada por el gobierno norteamericano ocurrió el 21 de abril, con la prohibición de que las últimas grandes empresas norteamericanas en Venezuela, en particular Chevron, puedan extraer y comerciar petróleo en el país.

El objetivo es así afectar hasta los niveles más bajos los ingresos petroleros del país ya afectados por años de bloqueo y baja producción, en un contexto de desplome de los precios que lleva más de un mes y medio. Y, junto con eso, agudizar el desabastecimiento de gasolina para cortar los circuitos internos y presionar sobre la situación material de la población de cara a desatar protestas y saqueos.

Estrangular abajo

En las últimas semanas los precios aumentaron hasta más de 100 % en determinados rubros. Ante eso el gobierno anunció tres medidas centrales: un intento de regular 27 precios, la venta supervisada de productos de tres grandes empresas, en particular Empresas Polar, y la intervención por 180 días de un complejo oleaginoso.

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"Venezuela es una economía oligopolizada y monopolizada, son muy poquitos los grandes importadores, porque no podemos hablar de verdaderos productores, que dominan toda la cadena de comercialización aguas abajo", explica Valdez.

"Esos poquitos cuando se han empeñado en asfixiarnos internamente en momentos que pudieron hacerlo lo han hecho, y este es un momento en el creo van a intentarlo". Por eso, uno de los temores que fue instalado por la oposición es que regrese el desabastecimiento, un trauma colectivo por el que pasó la sociedad entre el 2014 y el 2016/2017.

La respuesta de Polar consistió justamente en negar tener acuerdo con el Gobierno acerca de los precios y anunciar que la medida afectaría la distribución de la producción. Esa sola empresa "domina casi el 50 % del mercado de víveres venezolanos".

Ese temor social al desabastecimiento y la inflación es acompañado por operaciones psicológicas en redes sociales, con el objetivo, analiza Valdez, de "generar angustia, y que la angustia genere violencia, sobre todo en los jóvenes, de manera a buscar un estallido social en el país".

La combinación de aumento de precios y escasez de gasolina agudiza las dificultades sobre de los sectores populares, golpeados además por la parálisis de gran parte de la economía informal debido a la cuarentena, la disminución de las remesas, y salarios regulados en bolívares devaluados.

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La estrategia norteamericana es así presionar por abajo para generar situaciones de crisis, asfixiar la macroeconomía, desplegar operaciones de fuerza encubiertas, convencer a dirigentes claves de la imposibilidad de una solución mientras esté Maduro, y ofrecer condiciones de negociación en la cual —prometen— no haya persecución generalizada en la dirigencia civil y militar.

Valdez señala que dentro de este cuadro adverso una fortaleza reside en "la relación con las economías emergentes, el bloque China-Rusia, incluyendo, por ejemplo, a Irán, a otros países que son asediados por EEUU y tienen nivel de desarrollo tecnológico y científico importante que pueden ayudarnos a fortalecernos".

Venezuela enfrenta así una nueva arremetida frontal norteamericana, luego de los repetidos errores de cálculo que no lograron dar por tierra al gobierno de Maduro. Esta vez los tiempos son complejos también para EEUU, marcados por la crisis de la pandemia, la economía y las próximas elecciones presidenciales.

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