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Parir en Venezuela en tiempos de pandemia

CC0 / Pixabay / Mujer embarazada y su pareja
Mujer embarazada y su pareja - Sputnik Mundo
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CARACAS (Sputnik) — La pandemia de COVID-19 ha ido a su paso en Venezuela alterando reglas, formas de vida e incluso la manera en la que llegan los bebés al mundo, aumentando el miedo y la angustia de las madres en un momento tan especial como es el de dar a luz.

La enfermedad y sus consecuencias plantean desafíos añadidos a quienes están a punto de ser madres: algunas salen desesperadas a buscar ayuda al sentir las contracciones que anuncian el inminente parto y se encuentran con calles desoladas, mientras otras no pueden contar con el acompañamiento de familiares cercanos debido a las limitaciones de la cuarentena.

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Vanessa Chapellín tiene 33 años y vive en Petare, una favela del este de la región capital. La noche del 15 de marzo escuchó las medidas anunciadas por el Gobierno ante los primeros casos de COVID-19 en el país: "Todo el mundo debe quedarse en casa", se advertía en cadena nacional.

La cuarentena que originalmente se aplicaba siete estados se extendería luego a nivel nacional.

Tras ese anuncio, los dolores comenzaron: "Tenía planes de tener un parto normal, sin tropiezos", relató a Sputnik la mujer, madre de cinco niños.

¿Qué era lo normal para Chapellín? "En el momento de dar a luz, contar con transporte y atención médica, como debe ser", explicó.

Pero no fue así.

Salió de su casa y no encontró con facilidad quién la llevara al hospital.

Ella recuerda que las luces de muchas casas en la favela estaban encendidas, pero le dio la impresión de que nadie se atrevía a salir tras el anuncio de que merodeaba por el país un enemigo invisible, que convertía a cualquiera en sospechoso. "Inicialmente me parece que había mucho miedo", comentó.

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"Ya casi hora y media después en la calle, un señor que iba pasando me prestó la colaboración, y me llevó al Materno Infantil de Petare, casi con mi bebé en brazos. Gracias a Dios, allí me atendieron de inmediato", contó.

Pensar en visitas era imposible para Chapellín; el bebé que nació casi en sus brazos fue recibido y atendido en el hospital en medio de fuertes medidas de bioseguridad.

Planes frustrados

Katherin Blatnik, de 28 años, esperó y planificó junto a su pareja cada detalle para el recibimiento de su primer hijo.

El 4 de abril comenzaron las contracciones, ya estaba ligeramente preparada. La mayoría de los planes que delicadamente había elaborado para recibir a los invitados en una amplia habitación de un centro de salud privado en el este de Caracas fueron cancelados.

"Desde hace unos meses habíamos decidido no hacer 'baby shower', sino hacer una súper bienvenida, con una recepción con muchos detalles, de verdad iba a ser algo súper bonito, mandamos a hacer como 80 recuerditos, contando con que iba ir mucha gente a la clínica", contó.

Consciente de las reglas que impone esta enfermedad que está acosando al mundo, Blatnik había pensado que al reportarse el primer caso de COVID-19 en el país no podría recibir invitados, pero jamás imaginó que ni su madre podría acompañarla, a pesar de estar en un área de la clínica denominada como "burbuja".

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En el centro de salud en el que nació su bebé ya habían estado ocho pacientes con la enfermedad, y uno de ellos había fallecido en cuidados intensivos, pero Blatnik sintió algo de confianza, pues les garantizaron la limpieza y descontaminación de todas las áreas.

Su pareja, los médicos, anestesiólogos y enfermeras se convirtieron en su respaldo en un momento tan sensible, pero se marcaba la ausencia de su madre en más de 12 horas de parto, en las que solo recuerda haber escuchado el repicar de las campanas de una iglesia cercana.

Superado y trabajado el miedo al contagio, con las numerosas medidas de seguridad mientras estaban en la clínica, Blatnik volvió a casa, y la ilusión de todo lo que había preparado para recibir a su hijo, a su familia y amigos, se le vino encima en forma de tristeza.

"En este momento, las hormonas te hacen una jugada muy dura. El hecho de que no pudiéramos tener a la familia aquí... Son ilusiones que te creas y todo se desarma. Que la primera consulta pediátrica del bebé tenga que ser con unos tapabocas, con un traje... todo eso lo hace horrible", sostuvo mientras su voz por el teléfono se quebraba.

​La joven lamentó que la única persona de su familia que ha podido conocer el bebé hasta ahora ha sido su hermana.

Por el momento restan 30 días de cuarentena, y se desconoce si será extendida.

Mientras, Blatnik busca justo a su pareja la fuerza para sobrellevar la realidad que les ha impuesto el COVID-19.

Y Chapellín, en tanto, lucha en medio de la cuarentena para cubrir, junto a su esposo, que trabaja en un ente del Estado, las necesidades principales de su familia, sin que esto les obligue a salir de casa.

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