Las disímiles estrategias de los gobiernos para frenar la propagación de COVID-19

© Sputnik / Tatiana Stoliarova / Acceder al contenido multimediaCalles de Nueva York durante la cuarentena
Calles de Nueva York durante la cuarentena - Sputnik Mundo
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El rechazo a imponer la cuarentena en Suecia o las amenazas de matar a tiros a los infractores de la misma en Filipinas reflejan la gran variedad de las estrategias de contención de coronavirus que eligen los gobiernos, algunos de los cuales han visto tentados de usar el estado de emergencia como pretexto para reforzar su control sobre la sociedad.

Italia fue el primer país europeo en enfrentarse con la rápida propagación del virus. Inicialmente las medidas de cuarentena fueron introducidas en las regiones más afectadas, pero ya el 10 de marzo el Gobierno impuso la cuarentena en todo el país.

Con las escuelas y tiendas cerradas, las actividades no esenciales paradas, y unas multas de hasta 3.000 euros por violar las restricciones de la circulación, Italia se convirtió en un modelo de lucha contra el COVID-19 que actualmente se aplica tanto en la UE como en otros países del mundo.

Modelos de contencion alternativos

Sin embargo, no todos los países siguieron la pauta italiana. En Europa el ejemplo más sorprendente es Suecia, donde las autoridades, aun reconociendo el peligro del coronavirus, creen que el cierre de la mayor parte de las empresas para un período indefinido puede causar un daño económico irreparable.

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Por lo tanto, las calles de Estocolmo están llenas de gente, los bares y los restaurantes permanecen abiertos y los niños menores de 16 años siguen yendo a escuelas. Según explica el escritor sueco Fredrik Sjoberg en las páginas del diario italiano La Repubblica, el modelo sueco se basa en la confianza que los ciudadanos tienen en las instituciones y en sus connacionales.

Si el Gobierno recomienda observar ciertas medidas de prudencia, las prohibiciones y las multas no son necesarias: los suecos lo harán de buena voluntad. Sjoberg aduce un ejemplo personal: "Nadie me prohíbe ir a ver a mi madre que tiene 95 años y vive en una región donde los contagios todavía no alcanzaron números significativos, pero, puesto que se me recomienda evitar los desplazamientos, no lo hago. Casi todos razonan así".

Tampoco se introduce la cuarentena en Japón, donde el COVID-19 está presente desde mediados de enero. No obstante, el virus se está propagando muy lentamente entre sus 126 millones de habitantes. El 2 de abril el país del sol naciente contaba con 2.384 casos positivos y 57 decesos.

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Al parecer, algunas costumbres de los japoneses contribuyeron a frenar el virus. No se trata solo de las mascarillas que ya se usaban mucho, sobre todo en invierno. En Japón casi no existen familias en las que conviven muchas generaciones, con lo cual los jóvenes, que son el principal vehículo de transmisión del virus, tienen pocas probabilidades de contagiar a sus padres o abuelos.

Además, muchos jóvenes son solitarios: dos tercios entre los menores de 35 años no tienen relaciones sentimentales, lo que reduce al mínimo la propagación el virus.

Excesos policiales

Por muy eficaces que parezcan —por lo menos, de momento— la responsabilidad de los suecos y la soledad de los japoneses en la contención de la pandemia, a nivel mundial representan más bien unas excepciones. En varios países las autoridades impusieron medidas drásticas con multas altas y penas de cárcel para los que violen la cuarentena. En algunos lugares las fuerzas del orden lo interpretaron como una buena ocasión para cometer toda una serie de excesos.

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En la red se hicieron virales los vídeos en los que los policías indios golpean con largos bastones a los que se atreven a salir de sus casas. Un oficial fue filmado mientras escribía en la frente de una persona: "Infringí el régimen de aislamiento, aléjense de mí". Incluso sufrieron maltratos los enfermeros y los periodistas a los que está permitido desplazarse por las calles para cumplir con su deber profesional.

En Sudáfrica la Policía obligó a unos ciudadanos a hacer sentadillas y a otros a darles patadas. En Johannesburgo algunos policías usaban cañones de agua y disparaban con balas de goma contra la gente, mientras otros irrumpían en los domicilios para controlar si los ciudadanos respetaban el régimen de autoaislamiento.

Las fuerzas del orden en Filipinas detuvieron a centenares de personas por no respetar el toque de queda, mientras el mandatario del país, Rodrigo Duterte, ordenó a la Policía que disparase contra quien violase la cuarentena.

Beneficios políticos

Además, en varios casos el COVID-19 fue usado como un cómodo pretexto para suspender normas legales incómodas o reforzar la posición de los que estan en el poder.

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El 20 de marzo Armenia, Estonia, Georgia, Letonia, Moldavia y Rumanía comunicaron al Consejo de Europa que quieren suspender el Convenio Europeo de Derechos Humanos hasta el 15 de abril, al ser el coronavirus un "peligro público" que permite a los Gobiernos "tomar medidas que deroguen las obligaciones previstas en el presente Convenio".

En Hungría el Parlamento aprobó una serie de medidas que permiten al Gobierno ejercer por decreto sin control parlamentario. Además, los que difunden rumores o noticias falsas corren el riesgo de pasar cinco años en la cárcel, y los que se saltan la cuarentena, ocho años.

En varios otros países la pandemia hizo olvidar, por lo menos para un cierto tiempo, los conflictos que amenazaban la estabilidad política. Este es el caso de la India, donde hace unos meses el Gobierno abolió la autonomía de la región de Jammu y Cachemira y simplificó la obtención de la ciudadanía india para aquellos oriundos de los países vecinos que no son musulmanes: ambas medidas causaron una fuerte tensión política, pero perdieron importancia frente a la pandemia.

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En el plan político la necesidad de luchar contra la pandemia puede usarse como un pretexto para reforzar el control sobre los ciudadanos. El problema es que ahora no se sabe cuándo se eliminarán las medidas extraordinarias que restringen las libertades personales. Como demuestra el ejemplo de Hungría, donde las medidas introducidas no tienen ningún límite de tiempo, la tentación de prorrogar el estado de emergencia incluso después del fin de la pandemia puede ser muy fuerte.

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