Con casi un mes sin tocar tierra firme y con cuatro cadáveres a bordo, la incertidumbre crispa los nervios a casi 2.000 personas en la nave de la compañía Holland America Line, que solo anhelan desembarcar e irse a casa.
"Hasta ahora los medios han destruido nuestras posibilidades de garantizar un puerto", escribió a Sputnik un miembro de la tripulación.
Otros callan por respuesta, o recriminan a los periodistas que escriben a un grupo en la red social Facebook, exigiéndoles que en lugar de contar lo que piensan los pasajeros, presionen a los autoridades de distintos países para que acabe el martirio.
De hecho, el grupo ZAANDAM & ROTTERDAM: Passengers, Crew, Family & Friends – Updates (pasajeros, tripulación, familia y amigos – actualizaciones) le cerró las puertas al sensacionalismo, pero medios como Sputnik aún son bienvenidos en esta cubierta virtual, la única donde todavía se puede socializar.
Del sueño a la pesadilla
Los casi 1.200 turistas que el pasado 7 de marzo abordaron el Zaandam en la capital argentina aspiraban a tener un viaje inolvidable, y en verdad será muy difícil que alguna vez consigan borrarlo de sus recuerdos.
Los problemas comenzaron cuando la compañía Holland American Line suspendió operaciones por la crisis del coronavirus SARS-CoV-2 (causante de la pandemia de COVID-19), y el Gobierno de Chile impidió el desembarco el 14 de marzo en Punta Arenas (sur).
Entonces no había casos de COVID-19 a bordo, pero igual se negó al crucero atracar en el austral puerto argentino de Ushuaia, y muchos se percataron de que estas vacaciones serían más largas, pero menos placenteras.
A partir del 21 de marzo muchos pasajeros y tripulantes comenzaron a padecer fiebre y dolores corporales, y se dio la orden de aislamiento en cabinas y camarotes, para cortar la propagación de lo que estuviera enfermando a la gente.
El intercambio tuvo lugar a ocho millas de las costas istmeñas en el Pacífico, supervisado de lejos por las autoridades locales, que les negaban permiso para desembarcar y para cruzar la vía transoceánica y acortar el viaje hasta Port Everglades, un puerto deportivo y de cruceros de Fort Lauderdale.
Al final, el 28 de marzo el Gobierno de Panamá autorizó al Zaandam y al Rotterdam a transitar por el canal, atendiendo a razones humanitarias, lo cual significaría un ahorro de dos días hasta su destino final.
No hay dulce hogar
Mientras se redactaba este artículo, el Zaandam surcaba las aguas de Cuba con cerca de 200 personas a bordo con síntomas de gripe, ocho casos confirmados de COVID-19 y los cuerpos sin vida de un estadounidense, un sueco, un inglés y un holandés, que fallecieron por causas aún inciertas.
El presidente de la naviera, Orlando Ashford, apeló a la compasión y la solidaridad con el prójimo para que los enfermos sean atendidos y los sanos regresen a casa, pero el alcalde de Fort Lauderdale, Dean Trantalis, propuso que el crucero fuera a atracar alguna base de la Marina en la costa este de EEUU, para controlar mejor el desembarco.
Mientras, las personas a bordo de los cruceros siguen confinadas entre la rutina y la desesperación, extrañando sus hogares y con la tristeza —y la furia— de ser tratadas como parias por el miedo a una enfermedad de la que son doblemente víctimas.