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Los médicos y enfermeros españoles, víctimas del estrés emocional

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La tensión emocional que soportan los sanitarios también pone el sistema de salud al límite. A la impotencia y el miedo al contagio se añade al estrés que supone trabajar a destajo sin estar convenientemente protegidos. La tensión es máxima y viene de atrás, cuando se desatendió las necesidades del sistema.

El personal sanitario español se encuentra trabajando en condiciones extraordinariamente difíciles. Muchos califican la situación como de guerra, nunca antes habían experimentado nada similar. La escasez de equipos de protección individual (EPI) genera tensión, pues el riesgo de que los propios profesionales médicos contagien a otras personas empieza a ser muy elevado. Hasta un 12% de ellos han enfermado ya de COVID-19 y se hallan aislados.

Ánimos muy tocados

Todavía no se puede medir el impacto emocional de esta crisis en los profesionales de la salud "Sólo se podrá evaluar cuando acabe", declara a Sputnik Marciano Sánchez Bayle, presidente de la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), quien resalta que los puntos críticos están en los servicios de Urgencias. "Es una gran presión asistencial, dificulta mucho su trabajo, y hay menos periodos de descanso. Por otro lado está el miedo al contagio, el porcentaje es alto entre los sanitarios", recuerda. 

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Pero hay un factor que socava la moral de muchos: la necesidad de empezar a tener que elegir a quién intentar salvar, dada la falta de respiradores en muchos hospitales. Esta circunstancia a buen seguro derivará en un estrés postraumático de naturaleza si no desconocida, sí al menos inesperada. "Esto no es comparable con nada que hayamos vivido hasta ahora", asegura Mercedes del Moral, secretaria de organización del Sindicato de Enfermería SATSE-Madrid, en declaraciones a Sputnik.

"Esta mañana he acabado llorando cuando hablaba con nuestros delegados en los hospitales. Me contaban unas cosas tremendas, no sé si yo tendría fuerzas para seguir. Pero la rutina del trabajo te impide ser consciente, y sigues trabajando".

"Es cuando te sientas y empiezas a pensar cómo te ha ido el día cuando te vienes abajo", afirma esta profesional sanitaria. "El estrés emocional es tremendo, el personal va a necesitar mucha ayuda psicológica", señala, antes de matizar que en la sanidad privada las cosas no están mejor. "Nuestros delegados allí nos cuentan que, en cuanto a los EPI, están mucho peor que en la pública".

Los equipos suben la moral

La adquisición en los últimos días de nuevos EPI se antoja vital, pues pertrechados con ellos, el personal sanitario se arma de seguridad. "Y eso influye muchísimo", admite del Moral. "Las enfermeras están trabajando sabiendo que las condiciones no son las mejores, pero han sacado el ingenio para hacer mandiles y mascarillas. Es un esfuerzo doble, pero te hace seguir tirando para delante", afirma.

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El Ejército español, junto con las autoridades sanitarias, ha organizado en Madrid un hospital de campaña en uno de los pabellones del recinto ferial de IFEMA. Allí es precisamente donde se están distribuyendo los nuevos equipos. "En general, los hospitales no están mal equipados, pero van muy justos", dice del Moral, que constata el cierre de pasillos y la habilitación de cualquier hueco para instalar camas. "El problema son las UCIs, no hay respiradores suficientes".

Un modelo desatendido

La situación amenaza con desbordar el sistema sanitario español, encuadrado dentro del Estado autonómico, donde cada autonomía asume sus propias competencias en materia de sanidad pública. La capacidad de respuesta o la toma de medidas son aspectos que pueden estar en entredicho si las decisiones no se coordinan.

Cataluña ha pedido el aislamiento de Madrid ―el foco más importante de la infección en el país―, la región de Murcia exige el confinamiento total de su región, y el Gobierno autonómico de Madrid parece estar en permanente choque con el Ministerio de Sanidad.

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"Yo ya soy mayor y he vivido en un Estado muy centralizado, con un sistema sanitario dependiendo de Madrid, y se producían muchas desigualdades. Ahora la situación es más homogénea, aunque también hay descoordinación. Pero el balance final es positivo", dice Sánchez Bayle, quien explica que la irresponsabilidad de algunos gestores políticos genera confusión y "pone en circulación noticias falsas". "Pero, ya se sabe, en los momentos de crisis se conoce la catadura moral de las personas", añade.

Sin embargo, la descoordinación entre poderes públicos no parece ser el principal problema de esta crisis sanitaria. "La tensión es máxima, pero sobre todo por la situación en que nos estamos enfrentando a esto", señala a Sputnik Gabriel Del Pozo, secretario general de la Confederación Española de Sindicatos de Médicos (CESM). Este médico refiere a que las políticas de ahorro y recortes en gasto sanitario de los últimos años terminaron por afectar a las plantillas y resultar en una mala planificación.

Y a estos mimbres cabe añadir otro problema. "Se está haciendo un gran esfuerzo por parte de los profesionales, que con mucho estrés están dando soluciones, pero no se está aprovechando su esfuerzo debido a la descoordinación", afirma.

"La impresión es que estamos librando una guerra, pero la estamos luchando con guerrillas. Estamos cometiendo muchos errores porque tenemos mucha gente tomando decisiones, pero de manera descoordinada. Y eso el profesional lo nota."

Según Gabriel del Pozo, los EPI van llegando "a cuentagotas" y según qué comunidades. "Y los que ya sufrimos la patología tendremos que recuperarnos para suplir a los que caigan enfermos. ¡Pero evitemos que caigan enfermos!", subraya, entre tosidos.

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El sentimiento de la comunidad médica es de gratitud hacia los aplausos que reciben cada noche en toda España, pero es un reconocimiento que no debe quedarse ahí. "Antes, llegaba la gripe y nos defendíamos como podíamos, el sistema sanitario tenía su estrés y lo pasábamos mal. Pero ahora afrontamos esto [la COVID-19] con la gestión previa, necesitados de un oxígeno que no tenemos", apunta Gabriel del Pozo, que reparte por igual responsabilidades entre Gobierno central y comunidades autónomas. "Al final tenemos 18 sistemas de salud y cada uno funciona a su ritmo, ese el problema", remata.

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