Hace unos días fui invitado a impartir una conferencia en un diplomado sobre planificación y cooperación internacional. Me pidieron que expusiera sobre las dinámicas principales de las relaciones internacionales y las variables que se deben manejar para comprender tales escenarios.
Y afirmaba que el mejor ejemplo de esta aseveración es lo que ocurre en Asia occidental, (llamada Oriente Medio desde la perspectiva eurocéntrica) Asia central y el norte de África donde están ocurriendo tal cantidad de eventos simultáneos que registrar correctamente la dirección hacia donde apuntan ha devenido —desde mi perspectiva— en el problema más complejo desde fines de la Guerra Fría, hace alrededor de 30 años.
Sin embargo, vale decir que la situación de esta región del mundo está fuertemente interrelacionada con la política exterior de Estados Unidos. En este sentido, la potencia norteamericana debe moverse desde hace 70 años a partir de la necesidad de mantener el equilibrio complejo entre intereses de diversa índole, los que a pesar de actuar en una perspectiva única de sostenimiento del modelo, generan tirantez y producen contradicciones que impiden un desarrollo lineal a su favor.
En la coyuntura, el Gobierno de Trump está trabajando en primer lugar a favor de los intereses sionistas habida cuenta que su política hacia Asia Occidental es manejada por su yerno Jared Kushner, un conocido militante sionista, cuya esposa, la hija del presidente estadounidense se convirtió al judaísmo cuando contrajo matrimonio.
Kushner ha llevado a Trump a tres sonados fracasos de la política exterior de Estados Unidos: el Acuerdo del siglo, supuesto plan de paz para Asia occidental; el reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado sionista trasladando su embajada a esa ciudad, y el apoyo a la apropiación israelí ilegal de las mesetas del Golán sirias. Salvo muy contadas excepciones, ni la ONU, ni la aplastante mayoría de países secundaron tales decisiones lo que representó contundentes derrotas para la diplomacia imperial.
La no aceptación de esta decisión por parte de la extrema derecha política y religiosa ha conducido a que incluso algunos analistas israelíes comiencen a manifestar su preocupación por el incremento de las amenazas a Gantz estableciendo un paralelo con lo ocurrido al asesinado ex primer ministro Isaac Rabin, promotor junto a Yasir Arafat de los Acuerdos de Oslo entre israelíes y palestinos.
La ultraderecha religiosa en nombre de los rabinos Chaim Druckman, Shmuel Eliyahu, Yehoshua Shapira y David Fendel han culpado a Gantz de intentar formar un Gobierno apoyado por "terroristas". La situación se complica por las fuertes acusaciones de corrupción que pesan sobre Netanyahu, quien se aferra al poder a fin de eludir su presencia ante la justicia.
Sin embargo, el acuerdo logrado que es expuesto como si Estados Unidos fuera la autoridad del país y no una potencia invasora, fue firmado además a espaldas del Gobierno de Afganistán y solo fue respetado durante dos días. Las hostilidades se rompieron antes de comenzar las negociaciones entre el Gobierno y los insurgentes que ahora no atacan a las tropas de Estados Unidos ni de la OTAN, reconociendo como enemigo único a la Administración política del país en cabeza del presidente Ashraf Ghani.
Estados Unidos rechazó la juramentación de Ghani y de Abdulá Abdulá como primer ministro caracterizándolos como líderes de un "Gobierno paralelo" y conminándolos a que construyan "un Gobierno inclusivo" en clara alusión al talibán. Así, Estados Unidos expone una política en la que designan como terrorista a quien estiman necesario de acuerdo a sus intereses y negocian con ellos cuando lo desean, mientras tanto, apoyan y financian organizaciones terroristas y rechazan cualquier camino de paz que no sea de su agrado.
En un espacio distinto, tampoco le ha ido bien a Estados Unidos en Siria: las contradicciones con Turquía, su socio de la OTAN y las diferencias entre el Gobierno del presidente Erdogan con la Unión Europea por el manejo de la crisis en Siria, generan una madeja de discordancias e incompatibilidades que auguran un futuro incierto.
El Acuerdo de Sochi, firmado por Rusia y Turquía instauró una zona de cese al fuego al noroeste de Siria, estableciendo puntos de vigilancia de ambos países en esa área. Simultáneamente el formato de Astaná, en el que a los dos anteriores se suma Irán, señala rutas para el restablecimiento pleno de la institucionalidad siria con la participación de las fuerzas políticas en conflicto.
Esto no incluía a las organizaciones terroristas vinculadas al Estado Islámico, Al Qaeda y otras que reciben el apoyo de Turquía, país que pretende aprovechar el conflicto sirio para legitimar su presencia en el noroeste de ese país pretendiendo incorporar a su soberanía una franja del territorio sirio, el cual tiene carácter estratégico por ser una de las zonas más fértiles del país árabe. El argumento turco para justificar su invasión a Siria es su confrontación con las fuerzas políticas kurdas, principal minoría del país, con presencia también en Irán, Irak y Siria. Turquía estima que el Kurdistán sirio sirve de refugio para organizaciones kurdas que considera terroristas.
El terrorismo pretendió aprovechar el cese de fuego para desatar acciones ofensivas contra el Ejército sirio, lo que obligó a éste a contraatacar. En el noreste del país. Estados Unidos y Turquía tienen profundas contradicciones por el afán estadounidense de aliarse con los kurdos a fin de tenerlos como carne de cañón para proteger sus intereses, de manera destacada se señala la apropiación ilegal de pozos petroleros que ha usurpado en la región. Mientras que en el noroeste existe una zona de mayoría kurda ocupada por Turquía desde hace dos años y en la que las organizaciones terroristas tienen su principal bastión en la actualidad
La ofensiva del Ejército sirio en la provincia de Idlib —donde permanecen los últimos remanentes del terrorismo en ese país— se desarrolló de manera acelerada liberando 3.500 km², esquivando los puntos de vigilancia turcos (que quedaron rodeados) y avanzando en profundidad. En este momento se comenzó a manifestar desesperación y una retórica de guerra por parte del presidente Erdogan y las autoridades turcas, informado de falsas victorias y supuestas bajas del ejército sirio que solo existen en su imaginación como se han encargado de afirmar los voceros de las fuerzas armadas rusas y sirias en el área.
Agazapados en medio de los terroristas, los militares turcos han sufrido grandes bajas, ante lo cual, Erdogan clamó por la intervención rusa para detener el avance sirio. El presidente Putin se demoró en recibir a Erdogan y cuando lo hizo ya el Ejército sirio había consolidado el territorio reconquistado, a partir de lo cual, Turquía se vio obligada a acordar con Rusia un cese al fuego, teniendo que aceptar una situación de hecho para evitar una derrota mayor, que se saldó con amenazas de Erdogan que no pueden ser ejecutadas en la zona de operaciones.
En otro escenario, el de Yemen, se ha producido un cambio estratégico en la correlación de fuerzas a favor del movimiento Ansarolá después que las provincias de Ma'rib y Al Jawf fueran tomadas en su totalidad por los insurgentes. Las tribus que habitan estas provincias le habían dado su apoyo a Arabia Saudí, pero decidieron romper el acuerdo y establecer una alianza con Ansarolá lo cual permite crear un gran colchón de defensa para Saná, la capital yemení. De esta manera, se impidió además la intención anexionista saudí que ambicionaba Ma'rib por ser el comienzo del oleoducto que une a esta provincia con Ra Isa con una longitud de 438 Km. y una capacidad de paso de 200.000 barriles por día que el reino wahabí pensaba utilizar para transportar crudo hasta el mar Arábigo evitando el paso por el estrecho de Ormuz bajo control iraní.
Así, contrario a lo que se trata de mostrar, en medio de la extrema complejidad de los hechos, las fuerzas de la resistencia "sin prisa pero sin pausa" prosiguen en su objetivo de expulsar a las fuerzas estadounidenses y de la OTAN de la región mientras los principales aliados de Estados Unidos transitan momentos difíciles. Tanto Israel como Arabia Saudí atraviesan profundas crisis internas, sosteniéndose en el poder a través de la guerra, la represión y la fuerza. Las sanciones estadounidenses no han mellado la voluntad de los patriotas árabes y musulmanes, lo cual mantiene a Occidente empantanado, al mismo tiempo que China y Rusia siguen ampliando su espacio de influencia a favor de la paz y el desarrollo.