Los científicos Amalia Bastos y Alex Taylor de la Universidad de Auckland realizaron una serie de experimentos para investigar las habilidades del intelecto de los loros kea, nativos de Nueva Zelanda.
Posteriormente los investigadores pusieron un número diferente de piezas negras y naranjas en cada recipiente e intentaron comprobar si los loros solían tomar una decisión basándose en las frecuencias relativas o estimaban la cantidad absoluta de fichas de cada color.
Durante la segunda prueba los científicos colocaron el mismo número de piezas de ambos colores, pero dividieron cada recipiente con ayuda de un obstáculo físico de tal manera que el número de fichas negras en el primer vaso superase al que había en el otro. Dado que el científico podía extraer solo las del sector superior del recipiente, los keas tenían que valorar el porcentaje de fichas negras en cada vaso.
Finalmente los científicos pusieron a prueba la capacidad de las aves de distinguir a un investigador bueno que siempre metía la mano en el vaso que contenía el mayor número de fichas negras.
En el transcurso de la segunda prueba los loros pasaron a valorar el porcentaje de piezas negras en la parte superior de cada vaso tras haber intentado adivinar la ficha unas 27 veces. Durante el tercer experimento, tres de los seis keas consiguieron identificar a un investigador bueno del malo.
Este estudio, publicado en la revista Nature Communications, reveló que los keas saben sacar conclusiones en aquellos casos en los que existe una barrera física o se interactúa con los humanos. Como resultado, los autores sugieren que el pensamiento generalizado es una capacidad innata no solo de los primates y los humanos, sino de otras especies a medida que evolucionan. La nueva investigación señala que el desarrollo de la corteza cerebral de capas múltiples no es necesaria para tener un buen intelecto. Este descubrimiento tiene una gran importancia para el futuro desarrollo de la inteligencia artificial.