Rodríguez creció ahí donde vive, en la casa que era de sus padres, en Maroñas, noreste de Montevideo. Esa casa, dice, "es todo" para ella: ahí se crió, estudió, casó, divorció, volvió a casar, crió cinco hijos y a tres perros, acompañó a sus padres.
Hace 60 años que la casa es de la familia y hace 17 que la comparte con su esposo y 16 con su hija más chica, Irina Ledesma, los demás hijos ya formaron sus hogares. Hasta hace cuatro años, eran ocho, más la mamá que falleció.
Rodríguez dice que le gusta mucho salir al patio a baldear, porque están los tres perros y ensucian, y regar las plantas. También disfruta viendo los resultados después de limpiar: "cuando todo queda ordenado, la casa acomodada" y puede decir que "ya está". Pero hay otras tareas que no le gustan tanto, como cocinar. De todas formas, Rodríguez intenta no aburrir con el menú y dedicar el menor tiempo posible a la tarea: llega cansada de trabajar.
Alrededor de las 9:00 sale de su casa rumbo a la parada de ómnibus con un bolso cargado, a veces más de lo que le gustaría, porque lleva varios juegos de instrumentales. Atiende al menos a tres personas por día, va a domicilio, recorre la ciudad: "no hay lugar al que no vaya". Ella les corta las uñas, saca los callos, usa el torno. Disfruta cuidando 120 pies al mes, principalmente de personas mayores y ancianos.
Trabaja aproximadamente 45 minutos con cada paciente, y su trabajo empieza en el momento en que ve el pie. Rodríguez sabe si los cuidan o sólo los tratan bien una vez al mes, si a la persona le faltan vitaminas, si tiene problemas renales, si sufre de presión alta ("las uñas se les engruesan", dice). Los exfolia, los limpia. Lima asperezas y desencarna uñas encarnadas. Después llega la parte que más le gusta a los pacientes: un masaje integral.
Los pies también le han mostrado cómo ha calado la lucha de las mujeres: hace 10 años la mayoría de sus pacientes eran mujeres, hoy hay más paridad.
—¿Qué crees que ha pasado en estos años? —le preguntó la periodista.
—El Día de la Mujer es un día muy especial, pero ha ido cambiando —contestó—. Al principio no lo teníamos claro: saludabas a las mujeres, las felicitabas. Yo les hacía regalos a mis hijas, pero un día me hizo el click, y dije: 'pero no, ¿qué estoy felicitando?'. Hará unos 10 años, cuando las chiquilinas estaban en el Liceo (secundaria), vi que era un día de lucha.
—¿Por qué cosas se está luchando?
—Es importante, por todo lo que está pasando hacia la mujer, manifestarse de alguna manera. Por los femicidios, por un cambio importante. (...) El principal obstáculo es el hombre, que siempre quiere ser el que manda. Son pocos los que se van dando cuenta que el machismo está dejando de existir en el mundo, que ha ido cambiando, que hoy por hoy la mujer está llevando las riendas... Ellos todavía están en su nube. Es el hombre que no quiere darle lugar a la mujer. Ellos no quieren perder su patriarcado, quieren ser siempre los dominadores.
En 2019 en Uruguay hubo una denuncia por violencia doméstica cada 13 minutos: un promedio de 108 casos por día, según datos del ministerio del Interior. En el correr del año mataron a 35 mujeres por el sólo hecho de ser mujer, según la Intersocial Feminista. La mayoría de las veces, el feminicida fue su pareja o expareja. En la página web colectiva Feminicidios Uruguay hay un registro de tres mujeres asesinadas en lo que va del año 2020.
"Creo que vos te podés vestir y arreglar como vos quieras y no por eso estás provocando ni nada. Tengo hijas mujeres y yo mujer, y eso no va. Tampoco que te maten por eso. (...) Pero no sé si ese es el lado feminista. Quizá ellas —dice Rodríguez señalando a su hija—, lo tengan más claro. Ella defiende a capa y espada todo eso".
Ledesma, que tiene 35 años menos que su madre, piensa las mujeres se tienen que apoyar mutuamente, y que los hombres tienen que dejar de decirles a las mujeres cómo hacer las cosas ni explicarles nada, sino que lo mejor es que hablen entre ellos, "que se den cuenta que hay cosas que no están buenas".
Ella y sus hermanas, quizá su madre, van a marchar el domingo 8 de marzo por la avenida 18 de julio de Montevideo. Llevarán violeta, levantarán los puños, gritarán "no más".