"Afirmar que la situación en Libia 'nuevamente se está saliendo de control' después de la Conferencia de Berlín no es del todo correcto a mi juicio. Más correcto sería decir que no ha habido cambios radicales en la situación", opinó Lavrov.
El canciller ruso agregó que "las controversias entre las principales partes del conflicto en Libia llegaron a un extremo en que resulta imposible resolverlas en el marco de un evento, ni siquiera tan representativo como el foro berlinés".
La tarea más importante que afronta estos días la comunidad internacional, según Lavrov, es "asegurar que los libios acepten de forma inequívoca las disposiciones del documento final de la Conferencia de Berlín".
Libia continúa sumida en una crisis desde que la caída del que fuera su líder durante décadas, Muamar Gadafi, en 2011, derivó en violentos enfrentamientos entre facciones rivales.
Actualmente en el país hay una dualidad de poderes: el Gobierno interino junto con el Parlamento en Tobruk, que controla la parte oriental y cuenta con el apoyo del ENL, y el Gobierno de Acuerdo Nacional avalado por la ONU, con sede en Trípoli, en el noroeste del país.
El 19 de enero, Berlín acogió una conferencia internacional sobre Libia a nivel de jefes de Estado y de Gobierno, con la participación de dirigentes de Alemania, Argelia, China, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, EEUU, Francia, Italia, el Reino Unido, República del Congo, Rusia y Turquía, así como altos representantes de la ONU, la Unión Europea, la Unión Africana y la Liga Árabe.
En su declaración final, los participantes de la conferencia instaron a redoblar los esfuerzos para lograr un armisticio sostenible en Libia y tomar medidas recíprocas y verificables en este sentido, incluyendo los pasos para desmantelar los grupos armados y las milicias.
Asimismo, acordaron establecer un comité militar conjunto, con cinco representantes por cada parte, para monitorear la tregua.