70 personas atacadas por leones para rodar la película más peligrosa de la historia | Vídeos, fotos

© Foto : Pixabay/Alexas_FotosPrimer plano de león
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'Roar' es hoy una película de culto, con una filmación plagada de numerosos ataques reales de leones, tigres y otros felinos a seres humanos. Considerada la película más peligrosa de la historia, fue presentada con un peculiar eslogan: "Ningún animal fue dañado para hacer esta película. 70 personas del elenco y la producción sí".

La leyenda de Hollywood Tippi Hedren cumplió 90 años a principios de 2020. Actriz, productora y activista por los derechos de los animales; madre de Melanie Griffith y abuela de Dakota Johnson. Es la inolvidable protagonista de The Birds (Los pájaros) y Marnie, del cineasta Alfred Hitchcock, pero también de Roar, la película más peligrosa de la historia del cine.

A principios de la década de 1970, Hedren y su entonces esposo y representante, Noel Marshall, concibieron la idea de hacer un film protagonizado por grandes felinos. Pronto descubrieron que para llevarlo a cabo necesitaban más que invertir tiempo y dinero: debían arriesgar sus vidas.

Cómo surgió Roar

Entre 1969 y 1970, Hedren pasó mucho tiempo en África mientras filmaba Satan's Harvest y Mister Kingstreet’s War, acompañada de Marshall. Durante un safari a una reserva de Mozambique, se encontraron con una asombrosa manada de 30 leones ocupando una casa abandonada. Hedren y Marshall eran por ese entonces conscientes de la frágil situación de los grandes felinos africanos, cada vez más víctimas de la caza ilegal.

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Impactados por la postal africana, imaginaron que esa podría ser parte de la trama de una película: la odisea de una madre y sus hijos intentando sobrevivir en una finca rodeados de una gran manada de leones, mientras el padre, un zoólogo especialista en el comportamiento de los animales, debe rescatarlos antes de que sea demasiado tarde.

Marshall y Hedren convencieron a su familia para que participaran del proyecto: los hijos de Marshall, John y Jerry, y Melanie Griffith, hija de Hedren. El problema era cómo filmar la película.

La primera opción fue rodarla en África, pero era imposible encontrar tantos animales domesticados como los que planeaban utilizar. Así que decidieron realizarla en Estados Unidos, donde el comercio de grandes felinos no estaba regulado estrictamente. Para ello, compraron una enorme finca en Acton, una zona desértica del estado de California, que años después se transformó en un santuario de animales.

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Contratar animales entrenados tampoco era sencillo. Los expertos les dijeron que era imposible reunir leones, tigres, pumas, jaguares y otros grandes felinos sin que se pelearan. Sin embargo, un entrenador llamado Ron Oxley les aconsejó que deberían criar sus propios animales, entrenarlos y acostumbrarlos a interactuar entre ellos y con la familia.

Lo primero que hizo la pareja fue llevar a Oxley y a Neil, su león adulto domesticado, para que pasaran un tiempo en la casa, y la familia aprendiera cómo involucrarse con el animal. Una serie de fotografías tomadas por la revista Life en 1971 ofrece un curioso testimonio de esa época. En las imágenes se ve cómo el león Neil se movía por la casa sin restricciones, compartiendo la cama con Melanie Griffith, echado encima del escritorio en la oficina de Noel, o fungiendo como una gigantesca almohada sobre la que Hedren lee el periódico.

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En ese tiempo no hubo que lamentar problemas, salvo entre Neil y Oxley, quienes tuvieron una disputa por dominancia que se resolvió sin heridos.

Con el correr de los años, Marshall y Hedren, aún con ciertos problemas legales, llegaron a reunir más de 150 grandes felinos para filmar Roar. Había más de 70 leones, 26 tigres, 10 pumas y nueve panteras, entre otras especies de animales.

Ataques de leones

Durante la filmación de Roar se registraron más de 70 ataques a actores e integrantes de la producción.

Una de las agresiones más sonadas fue la que padeció Jan de Bont, director de fotografía del film. Un león le arrancó prácticamente la mitad del cuero cabelludo. Necesitó cirugía y 120 puntos de sutura.

John Marshall, hijo de Noel, resbaló de lo alto de una roca y cayó boca abajo sobre el césped. Un león se abalanzó sobre él y le mordió su cabeza. Fueron necesarias seis personas para quitarle el animal de encima, y 56 puntos para cerrar la herida. "Aún tengo pesadillas cuando miro Roar, así que no lo hago muy seguido", dijo en una entrevista.

La propia Melanie Griffith recibió un centenar de puntos y fue sometida a una cirugía estética en su rostro tras el ataque de un león. Poco antes había decidido dejar la filmación por temor a "terminar con la mitad de la cara".

Hedren también fue atacada durante una escena. Cherries, una leona adoptada por la familia, comenzó a darle zarpazos. Luego, el animal decidió rodear la cabeza de la actriz con sus fauces. Sus colmillos se clavaron en el cuero cabelludo de Hedren, quien recibió varios puntos. Por si fuera poco, tiempo después, sufrió una fractura mientras filmaba una escena con un elefante.

A Noel lo mordieron tantas veces que terminó con gangrena.

Por fortuna y para sorpresa de todos, nadie murió durante la filmación. "Jamás deberíamos haber tomado esos riesgos. Estos animales son tan rápidos que si deciden atacarte nada los detendrá salvo una bala en el cerebro", afirmó Hedren algunas décadas después.

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Luego de 10 años de producción, con una inversión de 17 millones de dólares, Roar fue estrenada en octubre de 1981. Fue un fracaso de taquilla, con apenas 2 millones de dólares recaudados en todo el mundo.

La experiencia de filmar Roar también terminó de romper el matrimonio de Marshall y Hedren. Se divorciaron un año después del estreno.

Marshall no volvió a dirigir. Hedren, por su parte, decidió fundar la reserva Shambala en la finca de Acton, para que vivieran todos los animales utilizados en el film, y otros rescatados en todo el país. Allí pasaron sus últimos años los tigres de Bengala del músico Michael Jackson, y el léon que perteneciera a Anton LaVey, el fundador de la Iglesia de Satán.

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En la actualidad, ninguno de los animales que viven en Shambala tienen contacto directo con los visitantes. Y quienes trabajan allí están advertidos: "Son superdepredadores [...] Nunca jamás le des la espalda a un león o un tigre dormido", advirtió Hedren.

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