Según el Ministerio de Energía de Turquía, el país tiene reservas probadas de uranio en la cantidad de al menos 9.000 toneladas. Esto es suficiente para 30-50 años de autosuficiencia para la energía eléctrica. Además, Turquía goza de 380.000 toneladas de torio, subraya el turcólogo ruso Kiril Zhárov en su artículo para el Centro Carnegie de Moscú.
En el campo de las tecnologías, la situación tampoco es mala. En 1958, se inauguró el Centro de Capacitación e Investigación Cekmece en Estambul, donde se lanzó el primer reactor nuclear turco de 1 MW. El centro se dedicaba al análisis de radioisótopos, así como a la producción de isótopos para la medicina y el desarrollo de tecnologías atómicas.
Además, en 2010, se lanzó el Centro de Investigación Nuclear ANAEM en Ankara. La Universidad Técnica de Estambul tiene un reactor de investigación y desarrollo TRIGA. Varios aceleradores compactos funcionan para empresas privadas en la industria médica.
"Una base de investigación tan desarrollada convierte a Turquía en país líder en tecnología nuclear en Oriente Medio", subraya Zhárov.
Los turcos también aplican su investigación en la práctica, en medicina. El desarrollo de la medicina nuclear le brinda a Turquía no solo imagen y bonificaciones financieras, sino que también permite adquirir experiencia en la construcción de aceleradores, la creación de una cadena para convertir minerales en combustible enriquecido y obtener tecnologías de fisión atómica.
Del reactor a la bomba
Sin embargo, todo esto no significa que Turquía pueda convertir fácilmente sus logros en la creación de su propia bomba nuclear, subraya Zhárov.
Según su punto de vista, las palabras de Erdogan sobre armas nucleares eran más bien un movimiento retórico, parte de su tema favorito de la lucha contra la injusticia mundial.
Sin embargo, Erdogan aún no puede argumentar claramente el derecho de Turquía a un programa nuclear militar. De los argumentos disponibles, solo tiene un razonamiento general de que el mundo ya es diferente y que los acuerdos de hace 60 años ya no son relevantes.
En caso de abandonar el TNP, Ankara inevitablemente enfrentará una poderosa ola de sanciones, presión externa masiva e incluso aislamiento, no solo por parte de EEUU, sino también Europa y muchos de sus aliados actuales, por ejemplo, Rusia.
"Ninguno de los miembros del club nuclear necesita nuevos jugadores en este campo", subraya Zhárov.
Al mismo tiempo, Turquía, a diferencia de Irán, no podrá soportar esa presión durante mucho tiempo. El país está muy estrechamente integrado en el sistema de política, economía y logística internacional.
Finalmente, además de los obstáculos de política interna y externa, Turquía también está separada de las armas nucleares por dificultades técnicas. Tendrá que construir centrifugadoras para enriquecimiento, desarrollar una base de investigación, capacitar especialistas y aumentar el personal académico. Hay dos opciones para hacer esto: a escondidas o bajo la supervisión del OIEA.
Turquía tiene misiles de corto y mediano alcance, que en teoría pueden modificarse para las ojivas nucleares, pero carece de misiles balísticos de largo alcance.
"Así, desde un punto de vista técnico y económico, el programa nuclear requerirá que Turquía haga inversiones y conocimientos demasiado grandes, porque es poco probable que las potencias nucleares quieran compartirlos", concluye Zhárov.