Los investigadores examinaron la manera de moverse de 42 animales que representan 15 especies de estos reptiles en la granja y el parque zoológico de San Agustín, Florida (EEUU).
Los zoólogos establecieron una pista de aproximadamente cinco metros de largo y un metro de ancho con cámaras colocadas a lo largo de la ruta.
"Se animó a los animales a moverse por la pista mediante una simple liberación, señales auditivas y visuales, un suave pinchazo y/o la colocación de refugios (arbustos y agua) al final de la pista", informó el experto en biomecánica John Hutchinson, autor del estudio.
Resultó que cuanto más grandes eran los cocodrilos, menos probable era que galoparan. Asimismo, cinco de las especies que participaron en la prueba nunca antes habían sido registrados haciéndolo.
Al mismo tiempo, los caimanes se movían de una manera diferente. Ningún representante de esta familia se puso a cabalgar, a pesar de que se movían igual de rápido que los cocodrilos, alcanzando una velocidad de hasta 17 kilómetros por hora.
Los científicos no encontraron ninguna razón física o fisiológica obvia para esta diferencia, considerando que descienden del mismo ancestro evolutivo.
No está claro si los caimanes en algún momento tuvieron la capacidad de galopar y la perdieron por la evolución, o si nunca pudieron hacerlo, señaló Hutchinson.
"Nos dimos cuenta de que, en vez de huir como lo hacen los cocodrilos, usando esos pasos saltantes y galopantes, los caimanes tienden a usar la agresión como defensa", añadió.
El cocodrilo cubano, que puede llegar a medir más de dos metros de largo, fue calificado como la especie de cocodrilo más grande al galope. Sin embargo, era menos probable que estos galoparan en comparación con las especies más pequeñas.
"Los cocodrilos cubanos son increíblemente activos en tierra firme e increíblemente atléticos. Esta especie es notoria por ser realmente agresiva", concluyó.
