Este tipo de vuelos tan arriesgados se realizan en zonas en las que es difícil aterrizar sobre una pista, motivo por el que se los conoce como vuelos salvajes. Los pilotos realizan auténticas proezas al aterrizar y despegar en lugares por los que a primera vista es imposible manejar un avión.
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Principalmente proporcionan sus servicios en los lugares más remotos del mundo, como Alaska o el interior de Australia, donde no hay pistas de aterrizaje. Así que suelen equipar a sus avionetas con unas ruedas de gran diámetro, flotadores o esquís, dependiendo del lugar al que vayan a volar.
Las avionetas ligeras que se usan en los lugares más inhóspitos del planeta no son las únicas que pueden volar a ras del agua, como lo demostró el piloto de un L-39 Albatros. En aquella ocasión sobrevoló un río a una velocidad de 400 km/h y a un metro de altura.