Cuando un buzo se sumerge en el agua a profundidades enormes, la visibilidad baja hasta extremos insospechados. Este fue el factor que permitió a este gran tiburón blanco pillar por sorpresa al intruso.
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Afortunadamente, su encuentro acabó bien, dado que el escualo se asustó tanto de ver a un humano que no mostró interés alguno en atacarlo. Más bien al contrario, su lenguaje corporal apuntaba a la curiosidad de investigar al ser desconocido.