Uno a uno, desde muy temprano, fueron llegando a diversos sitios de la capital, entre ellos a los tradicionales parques El Arbolito y El Ejido, la Casa de la Cultura, y los alrededores de la Contraloría General del Estado, en el centro norte de Quito, algunos de los escenarios más conflictivos en las manifestaciones.
Organizaciones defensoras de derechos humanos y los propios indígenas que lideraron las protestas acusaron al Gobierno de Moreno de desatar una desmedida represión, y criticaron especialmente el uso de bombas lacrimógenas en recintos universitarios que fungieron como lugares de paz y acogida para los indígenas que llegaron desde todo el país a protestar.
Decenas de estudiantes de esas universidades que quedan cerca del Ágora de la Casa de la Cultura, uno de los sitios de concentración de los indígenas, al igual que familias enteras, amas de casa, personas de la tercera edad, con escoba en mano iban llegando para limpiar su ciudad, en medio de un ambiente en el que todavía se podían oler las llantas que incendiaron los manifestantes y los gases que arrojaron los policías.
En las afueras de la Casa de la Cultura varias personas barrían, mientras otras limpiaban con agua los vestigios de las protestas.
"Hemos encontrado de todo: piedras, ropa, eucalipto, troncos de árboles, cartones, llantas, restos de comida…", dijo Eymi a Sputnik.
Eymi y Javier, y decenas de compañeros y amigos se organizaron en grupos para realizar la limpieza y dos horas después continuaba con la labor bajo un fuerte sol.
Marta Suárez, una de las estudiantes, comentó a Sputnik que regresarían este martes, el miércoles y todos los días que fuera necesario hasta dejar el lugar limpio y restaurado.
En el lado occidental de la Casa de la Cultura, hacia la avenida 6 de Diciembre, una de las principales arterias de la capital, María Reyes, de 74 años salía a paso apresurado.
"Vengo para seguir aportando al pueblo de mi país, a mis hermanos. Me parece muy bien que se haya llegado a un acuerdo y vuelva la paz porque prácticamente vivimos una guerra; estamos agradecidos con Dios de que esto haya terminado", dijo María en tono eufórico, mientras a unos pasos dos voluntarias repartían comida a quienes se encontraban en el recinto.
Todo Quito se mostró solidario: "organizaciones barriales han colaborado con nuestros hermanos indígenas, donando alimentos desde que se inició la protesta; ahora tenemos comida en exceso y la estamos ofreciendo a las personas que están apoyando en la limpieza", dijo Paulina Mata, una voluntaria que también contribuyó en lugares como la Universidad Central y en algunos barrios de la capital.
Mientras los habitantes de Quito limpiaban, los indígenas se preparaban para emprender el viaje de regreso a sus comunidades.
María Quishpe, madre de tres niños, de 7, 5 y 2 años, era una de ellas.
Llegó a Quito el 10 de octubre, según contó a Sputnik.
"Vine por el derecho de mis hijos, de mi ciudad y de Ecuador a tener futuro; estamos tristes por nuestros hermanos indígenas que murieron en esta lucha, pero no ha sido en vano, ellos perdieron la vida por la paz; la lucha fue tremenda, todo el tiempo en medio de las lacrimógenas".
La Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie) asegura que 10 personas murieron en las manifestaciones, mientras la Defensoría del Pueblo cifra la cantidad de muertes en ocho.
Ella y su familia se dedican a la agricultura y a la crianza y venta de ovejas y gallinas.
"Con eso estudian nuestros hijos; para nosotros el decreto 883 (que eliminó el subsidio a los combustibles) era terrible pues nos encarecía todo; ¿con qué íbamos a educar a nuestros hijos?", cuestionó María en medio de la alegría de saber que hubo acuerdo con el Gobierno y podrá junto con su esposo volver a su tierra.
🇪🇨 Un grupo de pobladores del balneario de Muisne, en la Costa Pacífica de #Ecuador, se despide este 14 de octubre de #Quito, en el tradicional Parque El Arbolito, a donde acudió para protestar en contra del #Decreto883
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) October 14, 2019
🎥 Mercedes Alvaro
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Las manifestaciones de 12 días terminaron con un acuerdo entre las dos partes, alcanzado en la noche del domingo, que incluyó la derogación del decreto 883, dispuesta por Moreno el lunes.
A corta distancia de la Casa de la Cultura, frente al extremo sur de El Arbolito, se ven los vestigios vivos de las protestas, en las que se infiltraron personas que cometieron actos vandálicos, calificados por los quiteños como "actos terroristas".
En ese sitio, el edificio de la Contraloría de la Nación luce lúgubre: sus vidrios rotos, el olor a quemado y el color negro dejado por el fuego que encendieron grupos de encapuchados, mantienen vivo el recuerdo de un fin de semana tomado por la violencia.
Olga acudió al edificio de la Contraloría para ver con sus propios ojos lo que ya había visto en la televisión local: "No lo puedo creer, quemaron la Contraloría", constató.
Alrededor, sin embargo, todo era euforia cuando se propaló la noticia de que Moreno había derogado el resistido decreto, mientras poco a poco la capital retornaba a su vida habitual.