"El Gobierno dice que acelera el ritmo de aprobación de agrotóxicos porque necesita nuevos productos que sean menos nocivos para la salud humana, pero eso no es verdad, muchos son productos prohibidos en la UE desde hace 20 años, como el acefato, o el clorotalonil, aprobado recientemente", dijo a Sputnik el portavoz de la campaña de Agricultura y Alimentación de Greenpeace, Iran Magno.
Según los datos de esta organización, el 43% de los plaguicidas autorizados desde que asumió el presidente Jair Bolsonaro son "altamente o extremadamente tóxicos".
Productores de fruta del estado de Rio Grande do Sul (sur) se quejaron en abril de pérdidas millonarias por el uso de este producto en viñas destinadas a la vtivinicultura.
En Brasil, para que un producto pueda ser usado en el campo tiene que contar con luz verde de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa), el Ministerio de Medio Ambiente y el Ministerio de Agricultura.
La Anvisa cambió recientemente los criterios de clasificación de nuevos plaguicidas; a partir de ahora, en los rótulos, el riesgo de muerte es el único criterio para definir la toxicidad de un producto.
Responsables de esta agencia estatal argumentaron que la nueva clasificación atiende patrones internacionales, pero organizaciones locales criticaron el vacío de información, sobre todo respecto de los trabajadores rurales, los más expuestos a los riesgos que conllevan estos productos.
Brasil es campeón mundial en el consumo de agrotóxicos.
Entre 2017 y 2014 se notificaron 1.186 casos de muerte por intoxicación con agrotóxicos, según un estudio de la geógrafa Larissa Mies Bombardi, de la Universidad de São Paulo.
A principios de agosto, la ministra de Agricultura, Tereza Cristina Corrêa, criticó lo que calificó como una campaña de difamación sobre este asunto.
"Nadie está poniendo veneno en el plato de nadie, ningún consumidor está siendo intoxicado", dijo la ministra.
La cartera que encabeza Corrêa dijo ante una consulta de Sputnik que no es adecuado comparar los pesticidas que se usan en Brasil con los que están prohibidos en la UE.
"No es correcto comparar productos usados en países que tienen culturas, suelos, plagas, número de cosechas anuales y climas diferentes; simplificar una cuestión tan técnica y compleja puede llevar a una distorsión de las informaciones, induciendo al ciudadano de a pie a pensar que nuestra agricultura es "peor" que la de otros países", dijo una fuente del ministerio.
"Los comerciantes que hoy están alegres mañana llorarán", advirtió Abreu en una entrevista al diario Estado de São Paulo, refiriéndose a las barreras fitosanitarias que los países importadores pueden poner por el exceso de plaguicidas y también por normas ambientales que pueden poner en cuestión el aumento vertiginoso de la deforestación de la Amazonia.
Abreu, una voz muy respetada en el mundo del agronegocio, expresó temores de que los agricultores europeos usen esos argumentos como presión a sus gobiernos para que no ratifiquen (o modifiquen sustancialmente) el recién alcanzado acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur, que fue celebrado por el sector primario brasileño como una victoria histórica.
El Ministerio de Agricultura replicó que "no existe esa preocupación" porque Brasil ya exporta a Europa y cumple todas las exigencias de ese mercado.
Además, el sistema de alerta rápida para alimentos y piensos (RASFF por sus siglas en inglés) que emplea la UE para identificar residuos en alimentos, solo notificó a Brasil en dos ocasiones en lo que va del año, indicó la cartera.
En cambio, entre 1999 y 2019, hubo 75 notificaciones y la mayoría de ellas (13) se produjeron en 2015.