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Palo sin zanahoria: la mano dura de China hace que se cumplan sus órdenes a rajatabla

© REUTERS / David GrayDos mujeres uigures en frente de los policías chinos en la provincia de Sinkiang
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Sinkiang, una región especial en el mapa de China que periódicamente se convierte en dolor de cabeza para Pekín. En la provincia con frecuencia suenan lemas islamistas y separatistas que causan inquietud en las autoridades chinas. Quiera o no, Pekín debe lidiar con el problema para seguir con el control de esta zona de importancia transcendental.

Esta región, conocida oficialmente por su nombre completo, la región autónoma Uigur de Sinkiang, está poblada por una de las minorías étnicas más numerosas de la República Popular China: los uigures. Es un pueblo de origen túrquico que tiene muchas más cosas en común con sus vecinos de Asia Central que con el resto de China.

En Sinkiang, cuya población uigur profesa el islam, actúan agrupaciones vinculadas con grupos islamistas y terroristas de otros países del mundo. Con razón a Pekín le preocupa la situación en la provincia y aplica medidas, a veces muy duras, contra los sospechosos. Dichas medidas se realizan mediante el concepto de vigilancia masiva.

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Centros de rehabilitación

Pekín dispone de herramientas que posibilitan rastrear ciudadanos potencialmente desleales. Sin embargo, esto ni siquiera es el pico de control total que China ejerce en Sinkiang. El gigante asiático detiene a los ciudadanos que, según sus estimaciones, pueden representar un peligro para el bienestar social y los envía a los centros de reeducación donde los rehabilitan.

Los representantes del Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial dijeron en agosto del 2018 que disponían de numerosas informaciones creíbles acerca de que dichos centros podían albergar entre decenas de miles y un millón de uigures.

Es decir, es posible que los reclusos constituyan hasta el 10% de toda la población de la etnia uigur en la República Popular de China. Paralelamente, las autoridades chinas todavía no han publicado la información precisa sobre la cantidad de personas que viven en dichos centros.

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La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, instó a posibilitar la entrada de observadores en Sinkiang y expresó su preocupación por la difícil situación en la región. China, por su parte, invitó en una ocasión a la alta funcionaria a visitar la provincia.

Inicialmente, las autoridades del gigante asiático rechazaron en numerosas ocasiones la información sobre instalaciones penitenciarias en Sinkiang. No obstante, a finales del 2018 confirmaron que en la región operan centros de entrenamiento vocacionales donde educan y transforman a las personas que comparten las ideologías extremistas. En estos centros se enseña a estas personas el idioma chino y conocimientos básicos de la legislación de la República Popular China.

Asunto resbaladizo

Hay quienes aseguran que la creación de estos centros de reeducación —a veces llamados 'campos de reeducación'— es un intento de influir forzosamente en la población uigur, que tiene ciertos problemas en relación con los chinos étnicos, declaró en una entrevista con Sputnik Alexéi Voskresenski, sinólogo del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú (MGIMO).

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Pekín, a su vez, afirma que se trata del impacto cultural sobre los uigures para incorporarlos a la República Popular China al retirar los elementos peligrosos que están vinculados con el terrorismo, y en particular con el terrorismo uigur, continuó.

"Hasta ahora no está claro qué está pasando en aquellos centros, pero hay testimonios de que la relación hacia la minoría uigur es dura. No obstante, hay un estado, la República Popular China, y allí hay servicios cuyo objetivo es no permitir que sucedan actos terroristas", explicó el especialista.

En el pasado, algunos grupos étnicos perpetraron actos terroristas en diferentes partes de China. Un ejemplo sería el atentado en Kunming de 2014, cuando unos uigures mataron a cuchilladas a 31 personas e hirieron a otras 143.

Según Voskresenski, hay ciertas tensiones en la política china hacia las minorías. Una parte de los uigures cree que merecen la independencia, mientras que las autoridades chinas consideran que se trata de mero separatismo. Esta situación permanece hasta hoy.

El aumento del autoritarismo está a menudo vinculado sobre todo con la lucha antiterrorista, declaró el entrevistado.

"Pero no hay una respuesta clara en cuanto a lo que está sucediendo en Sinkiang ahora mismo. Las opiniones al respecto son diferentes. Unos dicen que se trata de lucha por la seguridad; otros afirman que hay casos de persecución a la disidencia", subrayó.

Para el experto, la tarea prioritaria para Pekín es proteger las fronteras del país. Esto es especialmente importante, teniendo en cuenta que el proyecto económico más ambicioso de las últimas décadas, la Nueva Ruta de la Seda —también conocido como la Iniciativa de la Franja y la Ruta—, atraviesa la región autónoma de Sinkiang.

La Nueva Ruta de la Seda supone la construcción de una nueva infraestructura. Esto sería para el beneficio común de muchas regiones, incluso de las provincias de la periferia, como Sinkiang, donde hay tensiones interétnicas y donde existe la necesidad de mejorar el bienestar de la población local con tal de resolver las cuestiones de la estabilidad política.

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Difícil relación

La influencia de China sobre la región autónoma Uigur de Sinkiang causa un efecto doble, explicó en un comentario a Sputnik el profesor titular del Departamento de la Economía Mundial de la Escuela Superior de Economía (HSE), Piotr Mozias.

Por un lado, la existencia de Sinkiang, una provincia relativamente atrasada con respecto al resto de país, como parte de China —un estado que se desarrolla económicamente a un ritmo acelerado— desemboca en que la región autónoma Uigur también se beneficie del crecimiento económico.

"Por otro lado, los frutos de este desarrollo se dividen desigualmente entre diferentes categorías de la población. Los hay que se benefician más y los hay que se benefician menos y, además, quienes no se benefician en nada de este proceso", añadió.

De acuerdo con el entrevistado, los conflictos en cuanto a la desigualdad pueden resultar en tensiones en Sinkiang, que es una región complicada desde el punto de vista étnico y confesional.

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En la región autónoma Uigur también existe el factor islámico, destacó. El separatismo y el extremismo musulmán en la región pueden sustentarse desde el extranjero, y no se trata de Estados Unidos, sino de agrupaciones de ideologías parecidas de Oriente Medio.

La política de China respecto a la población uigur es complicada. Por una parte, favorece al desarrollo económico de Sinkiang y es una prioridad positiva de la política china, señaló.

Por otra parte, Pekín hace todo lo posible para quedarse en control sobre esta provincia, incluso a través de la designación. Así, los chinos étnicos como los secretarios del Comité del Partido Comunista —de hecho el más alto cargo político—, profundizó.

Asimismo, las autoridades chinas fomentan la inmigración de los chinos étnicos en Sinkiang y la expansión de las empresas chinas de la costa este en esta región como una manera de aumentar su control sobre la zona.

"La población uigur es heterogénea. No se puede afirmar que la mayoría apoye los lemas separatistas. Los movimientos extremistas no cuentan con mucho apoyo de la población ordinaria. Es que incluso a los clérigos musulmanes se convierten en víctimas de los atentados. Pero al mismo tiempo es verdad que las tensiones entre los uigures y los chinos étnicos existen", concluyó.

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