Tendencias que advierten sobre el colapso del mundo

© REUTERS / Lindsey WassonBasura en Canadá (imagen referencial)
Basura en Canadá (imagen referencial) - Sputnik Mundo
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La imagen de un famélico oso polar escarbando en la basura de un pueblo ruso y la noticia de que Irán derribó un dron espía de Estados Unidos han disparado la necesidad de hacer una relectura sobre nuestro tiempo.

En el 2006, durante la conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales, el sociólogo venezolano Edgardo Lander advertía sobre una serie de tendencias que demostraban que la sociedad había tomado un camino nada esperanzador. Hoy, casi 13 años después, los hechos le han dado la razón.

​Tendencia 1: la destrucción de las condiciones que hacen posible la vida en el planeta Tierra

Cada cierto tiempo, las redes suelen viralizar, quien sabe si como una especie de manera de canalizar la 'mala conciencia', algunas imágenes o videos que nos siguen alertando sobre la progresiva e indetenible destrucción de las condiciones de vida en el planeta.

Puede que una de las más escandalosas de las noticias sea la decisión de Malasia de no recibir más basura en su territorio. A lo que se le suma, por solo mencionar unos pocos casos conocidos, la isla de plástico ubicada en el océano Pacífico y que sobrepasa por tres veces el tamaño de Francia, y la denuncia de que Ghana recibe toda la basura tecnológica del llamado primer mundo.

​¿Pero tal parece que al masificar estas noticias estamos sometiendo a juicio los síntomas pero no la enfermedad?

A juicio de Lander, el impacto demográfico, los patrones de consumo y puede que las "concepciones de lo que constituye la riqueza y la buena vida" se han constituido en las principales amenazas del planeta.

La forma de vida de los habitantes de los países del norte, por ejemplo, han sobrecargado las capacidades del planeta cuatro veces más que quienes habitan los países del sur. Pero incluso, el paisaje es más desolador, pues los patrones de consumo de dichos países son responsables directos "de la pérdida de riqueza natural que está ocurriendo en las zonas tropicales y las zonas templadas del sur".

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"Se ha estimado que el impacto de la actividad humana sobrepasó la biocapacidad global del planeta en la década de 1980, y no ha dejado de crecer desde entonces. Entre 1960 y al año 2001, la huella ecológica global habría crecido en un 160%. De acuerdo a estos cálculos, en el año 2001 la huella ecológica global superaba a la biocapacidad global del planeta en aproximadamente un 21%. El 'índice del planeta viviente' es un cálculo del estado de la biodiversidad del planeta que mide la densidad de las poblaciones de las especies vertebradas que viven en zonas terrestres, aguas dulces y sistemas marinos en todo el mundo. Se estima que el índice ha tenido un descenso de aproximadamente el 40% entre 1970 y 2000", advierte el investigador.

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Según un informe de 'Riesgo de seguridad relacionado con el clima: una propuesta de escenario futuro', (Existential climate-related security risk: A scenario approach) elaborado por el centro de investigación Breakthrough—National Centre for Climate Restoration (NCCR), la humanidad podría ver amenazada su existencia para el año 2050, si no se hace nada por detener el calentamiento global. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) es mucho menos optimista. Sitúa en el año 2030 la fecha en que será irreversible el daño al planeta causado por la acción humana. Dicho de otro modo, será el año en que comience la extinción de la especie humana.

​Tendencia 2: el ocaso de la democracia liberal

Francis Fukuyama decretó el fin de la historia en 1992. Su tesis era que la caída del bloque soviético significaba el fin de la pugna ideológica entre Occidente y el resto del mundo. A partir de esa fecha, pensaba Fukuyama, la consolidación victoriosa de la democracia liberal occidental como forma política y del capitalismo liberal como único modelo económico, eran inevitables.

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Nada de esto pasó. Las experiencias vividas en Suramérica a partir de la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela en 1998, y su influencia en el surgimiento de nuevos liderazgos progresistas en la región, y el reacomodo geopolítico del mundo luego de la recuperación de Rusia como potencia económica y militar, dieron al traste con el sueño unipolar y hegemónico de Fukuyama.

Pero además, en el interior de los propios países occidentales comenzó un proceso de férreo cuestionamiento al estilo de sus democracias participativas y al privilegio del capital por encima de sus ciudadanos.

Desde la perspectiva de Lander, las democracias liberales se encuentran agotadas y franco deterioro "incluso en los pocos países en los cuales más se avanzó en forma significativa en la construcción de experiencias históricas".

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Para el sociólogo, "el orden global de mercantilización —la creciente prioridad de los derechos del capital sobre los derechos de la gente— y la militarización que caracterizan a la globalización neoliberal está socavando las condiciones de posibilidad de este régimen político".

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Basta con ver las masivas manifestaciones de los llamados Chalecos Amarillos en Francia, las protestas masivas al Gobierno hondureño, brasileño y argentino, afines a EEUU, para dar cuenta reciente de que la ciudadanía reclama un nuevo contrato social que ponga los derechos del pueblo por encima de los intereses económicos de las corporaciones y transnacionales.

Pero un hecho significativo, y es al que más atención debemos prestar: es a la propia lucha que se está llevando a cabo en estos momentos en el interior de Estados Unidos.

Tanto Trump como su vicepresidente, Mike Pence, han desatado en los últimos días un ataque férreo contra nada más y nada menos, que a la posibilidad de que el socialismo se instaure como alternativa política significativa en dicho país. Esto es una señal muy clara, no solo del ocaso de la democracia liberal, sino del cansancio de la ciudadanía a modelos políticos que en nada representan sus expectativas vitales.

​Tendencia 3: la época de la guerra permanente

A partir del ataque a las torres gemelas del World Trade Center y el impulso de la guerra contra el terror, Estados Unidos inauguró una nueva época caracterizada por el "estado de guerra permanente".

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Un Estado cuasi policial que, con la excusa de luchar de manera global contra el terrorismo, hizo realidad la distopía de una guerra sin fin, o en la jerga de los coroneles chinos Qiao Liang y Wang Xiangsui, una guerra infinita sin límites, donde los estados de guerra y paz desaparecen.

Para Lander, "en la medida en que las tensiones tan características en los tiempos de la democracia liberal entre 'acumulación' y 'legitimidad' han estado siendo resueltas a favor de la acumulación, se va constituyendo un régimen de creciente 'dominación' sin 'hegemonía'. Crecientemente se reemplaza la búsqueda del consenso y la legitimidad por la promoción del miedo y el uso de la fuerza. Este ejercicio descarnado del poder necesariamente genera múltiples formas de resistencia. Por ello, en el orden neoliberal, lo militar es una dimensión esencial y constitutiva. El complejo industrial-militar tiene creciente poder económico, político y comunicacional, e incluso ha encontrado un nuevo ámbito de valorización al operar como subcontratista en las nuevas dinámicas de privatización corporativa de la guerra".

​Puede que una de las características que definen el tiempo que vivimos sea la conjunción contradictoria de este estado de guerra permanente, con un silencio mediático sin precedentes.

Palestina y Yemen, por ejemplo, se han convertido en los mejores ejemplos de guerras silenciadas y olvidadas por la agenda noticiosa de las grandes corporaciones. Pero también puede ocurrir con Libia, hoy convertida en un territorio fragmentado y caotizado luego de que Estados Unidos y sus socios europeos de la OTAN decidieran su destrucción.

"En Afganistán, Irak, Palestina, Líbano, con bombas llamadas 'inteligentes', se asesina sistemática e impunemente a la población civil y se tiene el cinismo de llamar a estas masacres 'daño colateral'. El homicidio indiscriminado de civiles —preferiblemente a distancia para no tener que presenciarlo— se naturalizan como hecho inevitable de la vida contemporánea, sus imágenes televisivas en Fox News y CNN en poco se diferencian, en su estética y su nulo impacto moral, de las películas de Hollywood", reflexiona Lander.

​Es imposible la existencia de una hegemonía política que se imponga sin la militarización del planeta. Las recientes actuaciones de Washington para azuzar conflictos en Venezuela, Siria, Ucrania e Irán, más las 800 bases militares en los cinco continentes, son prueba suficiente de que dicho país no está dispuesto a vivir en un mundo carente de guerras.

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Pero lo que, desde el punto de vista de Lander resulta devastador para una visión de un mundo pacífico es que lo único que puede erigirse en una garantía para que Estados Unidos no despedace a los países que considera de su interés militar, es precisamente que estos posean herramientas para la disuasión.

"¿Qué ocurrirá cuando más y más países asuman que solo la posesión de misiles y de armas nucleares puede ofrecer algún nivel de protección en contra de un ataque militar por parte de EEUU cuando este decida que algún país alberga o patrocina 'terroristas', que pertenece al 'eje del mal', o simplemente que no le gustan sus políticas?", apunta el catedrático.

Por último, reflexiona de manera desoladora que a pesar de que Estados Unidos declara que su preocupación esencial es la lucha contra el terrorismo, sus acciones de agresión desmedida generan precisamente efectos contrarios que no contribuyen a la estabilidad global.

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Una constante en todos los países que han sido objeto de las acciones bélicas estadounidenses es la aparición de una resistencia militar activa que "parece estarse convirtiendo en la respuesta de los débiles, los desesperados, de los acorralados, de pueblos cuya existencia misma está siendo amenazada. Nada de esto augura un futuro de paz", concluye el académico.

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LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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