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La conmovedora historia de una familia argentina que asistió a las víctimas de Chernóbil

© Sputnik / Stringer / Acceder al contenido multimediaUn edificio y un graffiti en la zona de exclusión de Chernóbil (archivo)
Un edificio y un graffiti en la zona de exclusión de Chernóbil (archivo) - Sputnik Mundo
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El médico argentino Eduardo Sosa viajó a Bielorrusia en la década del 90 y conoció los horrores del accidente nuclear de Chernóbil. A su regreso a Córdoba tomó una decisión de la que no se arrepiente y convenció a su familia para que lo apoyaran.

En 1992 el gastroenterólogo Eduardo Sosa y su esposa Edith, también médico nutricionista, llegaron a la ciudad de Minsk con sus tres hijos Sebastián, Federico y Ximena, en una especie de misión humanitaria familiar.

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Sosa había conocido los horrores del accidente nuclear de Chernóbil de 1986 en un viaje anterior a Minsk y no dudó en pedirle a su familia que le acompañaran para hacer realidad su deseo de ayudar a los más desamparados, así lo confesó el también pastor evangélico a La Nación.

Bielorrusia fue la república soviética que más sufrió las terribles consecuencias de la explosión de la central de Chernóbil, por la nube radioactiva que se extendió hacia el norte. Miles de personas, entre ellos miles de niños quedaron expuestos a los efectos de la radiación generada por el incendio que duró diez días.

​"Yo soy médico y pastor evangélico y siempre tuve la idea de ayudar a los más desamparados, por eso cuando surgió la oportunidad de ir a Bielorrusia con mi familia no lo dudamos", dijo Sosa al diario argentino desde España, donde hoy vive con su esposa.

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Cuando la familia llegó a Minsk nadie hablaba públicamente de la catástrofe y el desconocimiento sobre los efectos de la radiación era tal que las personas no lo consideraban algo grave. Fue en agosto de 1993 cuando el Gobierno reconoció el tema y creó un ministerio especial para abordar la situación.

Los Sosa vivieron cinco años de Bielorrusia y juntos se dedicaron a atender a los niños que habían sido víctimas de la catástrofe y los que iban quedando huérfanos. El argentino recordó cómo en los hospitales habían pabellones enteros de niños con cáncer de tiroides y enfermedades de la sangre.

También fue impactante ver cómo las salas de maternidad se quedaron vacías en esa época porque nadie quería tener hijos, por miedo a los problemas con que podían nacer. "Realmente hubo una generación que desapareció en Bielorrusia", comentó Sosa.

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Lo más cerca que este médico argentino estuvo de Chernóbil fue cuando visitó Prípiat, la ciudad más cercana a la central nuclear que había sido construida para alojar a los trabajadores de la instalación y sus familias, y en donde vivían unas 50.000 personas. La mayoría fueron evacuadas, pero algunas familias eran tan humildes que no tenían para irse a otro lado.

De la vida cotidiana en Minsk, Sosa recuerda que lo más difícil era lograr una dieta con la menor presencia de productos de la tierra contaminada, por lo que siempre tenían que comprar alimentos importados de Alemania y Polonia. Incluso el papel higiénico debía ser finlandés porque los árboles de la zona también habían quedado afectados.

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Sin embargo confesó que llegado el momento "uno termina resignándose a consumir alimentos irradiados (...) muchas veces no quedaba otra opción que aprender a vivir con esa realidad".

Hoy los Sosa tienen sentimientos encontrados sobre sus años en Minsk. Aunque no se arrepienten de la decisión que tomaron ni de la ayuda que ofrecieron a las familias bielorrusas, el argentino contó cómo unos años atrás su hijo Federico murió de poliposis múltiple, una enfermedad hereditaria y nunca supieron si pudo haber sido desatada por su estancia en Minsk.

"Por otro lado, con mi familia amamos el país y dejamos muchísimos amigos. No puedo dejar de agradecer a Dios y a todos aquellos que nos ayudaron a desarrollar el carácter de Cristo en nuestras vidas. La gente en Bierrolusia es muy dulce y cuando los conocés, te dan hasta lo que no tienen. No me arrepiento", concluyó el doctor.

Por su parte, Ximena y Sebastián también negaron al diario sentir algún tipo de arrepentimiento. La chica terminó viviendo en EEUU y Sebastián volvió a Argentina para traer la marca de inmobiliarias RE/Max, que en la actualidad es la principal cadena del rubro en el país.

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