Las negociaciones entre la Iglesia católica y el Gobierno italiano de Benito Mussolini habían asegurado en febrero de 1929 el final de la disputa conocida como la 'cuestión romana', permitiendo la consolidación del Vaticano como un Estado soberano e independiente de Italia.
La norma sentó las bases del funcionamiento del nuevo Estado, que reservaba al papa "la plenitud de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial". También otorgaba en exclusividad al sumo pontífice "la representación del Estado ante los Estados extranjeros y otros sujetos de derecho internacional".
Esta última disposición era clave para el Vaticano que, como un nuevo Estado consolidado, comenzaba a ganar legitimidad jurídica para intervenir en cuestiones internacionales.
Quizás el papa que comprendió mejor la importancia que la Iglesia católica podía tener en las relaciones internacionales fue Juan Pablo II, cabeza del Vaticano entre 1978 y 2005. Su papado estuvo signado por las visitas a otros países —visitó 129 durante su gestión— y la cercanía con varios conflictos surgidos entre naciones.
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Uno de ellos fue el denominado 'Conflicto del Beagle', que enfrentó a los Gobiernos de Chile y Argentina por el uso del 'canal del Beagle' que unía los océanos Atlántico y Pacífico en el extremo sur de Suramérica. Las fricciones entre ambos países por la fijación de un límite se extendieron entre fines del siglo XIX y la década de 1980, cuando la participación del Vaticano facilitó un acuerdo.
Los países se disputaban el control de un conjunto de islas al sur del canal y en 1971 acordaron dirimir la cuestión en un tribunal de arbitraje británico. El fallo llegó seis años después y otorgó el control de la mayoría de las islas a Chile.
El papa nombró al cardenal italiano Antonio Samoré como su representante en la negociación y propició una reunión en Montevideo en la que Argentina y Chile firmaron un acta de aceptación del diálogo y se comprometieron a no tomar acciones bélicas.
La primera propuesta del Vaticano, que otorgaba las islas a Chile pero creaba una zona económica compartida entre ambos, fue aceptada por Chile en 1980 pero ignorada por Argentina. Buenos Aires recién estudió la propuesta en 1984, cuando el nuevo Gobierno democrático de Raúl Alfonsín llamó a una consulta popular que aceptó la iniciativa papal con el 82% de los votos.
También se considera que Juan Pablo II tuvo un papel importante en el final de la Guerra Fría, cuando participó de reuniones con el expresidente de la Unión Soviética Mijaíl Gorbachov.
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Según los católicos, la gestión del sumo pontífice, de origen polaco, fue clave para reflotar el catolicismo en Europa del este y en Alemania Oriental y acercar a esos países hacia los intereses de Occidente.
Los Gobiernos de Washington y La Habana retomaron en 2014 las acciones con la intención de reactivar las relaciones entre ambos Estados. Tanto Barack Obama como Raúl Castro reconocieron en diferentes oportunidades la importancia que el papa argentino tuvo para facilitar el diálogo entre los dos países.
Más recientemente, Francisco fue convocado por el presidente de Venezuela Nicolás Maduro para "facilitar" el diálogo con la oposición. El opositor Juan Guaidó también reclamó su participación en el conflicto, aunque el sumo pontífice hasta ahora no tuvo una participación relevante en la situación de ese país.