Alí Primera nació en Coro, la capital del Estado y primera ciudad cabecera del país, en 1941, en pleno auge de la industrialización del oro negro. Decía de los ríos de estos ranchos, de apariencia tranquila, que poquito a poquito se enfrentaban a su mar. Como su pueblo bravo.
El Estado Falcón lo tiene todo. Es un lema que pareciera manido —y probablemente lo sea— pero funciona para la nueva iniciativa turística que pretende posicionar Falcón como uno de los destinos turísticos más importantes del país.
"Falcón lo tiene todo" aparece escrito en letras ocres, amarillas y azules en la presentación de esta campaña en Punto Fijo, una de las principales ciudades-desierto del Estado. Los colores del cartel simulan los colores de sus elementos patrios con un eslogan para una iniciativa que acaba de ver la luz y que pretende sacar a Falcón del rentismo petrolero, dando prioridad a las maravillas naturales de una zona desconocida para el mundo y para muchos de sus connacionales.
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El turismo vende, el turismo bien hecho es sinónimo de prosperidad, de ingresos. Venezuela necesita eso más que nunca como alternativa a la caída de los precios del petróleo, la baja en la producción de barriles de crudo y el bloqueo financiero impuesto por EEUU, que está suponiendo la asfixia del país a todos los niveles con trágicas repercusiones, en muchos casos, para los que han decidido quedarse.
Según el Índice de Competitividad de Viajes y Turismo de 2017 elaborado cada dos años por el Foro Económico Mundial —todavía no hay cifras de 2019—, Venezuela se ubica en el último lugar de un total de 136 países en indicadores como confianza en los servicios policiales, calidad de la infraestructura turística, tiempo para constituir un negocio o efectividad de las campañas publicitarias para atraer viajeros.
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En el ranking general, el país caribeño ocupa el puesto 104 por detrás de México, Brasil o Panamá. Otro dato bastante significativo que evidencia este informe —no hay cifras oficiales al respecto— es la comparativa entre los años 2015 y 2017 respecto a la entrada de turistas extranjeros al país, que pasó de 986 mil a 789 mil.
También se redujo el aporte de la industria de viajes al Producto Interior Bruto, así como el número de empleos directos que generó esta actividad económica.
Pero si hay algo que no les importa a los venezolanos son las malas expectativas o peores indicadores sobre su idiosincrasia. Remontar es su sino como el del Ave Fénix. Fredy Peña no remontó el vuelo de las cenizas, ni siquiera remontó ningún vuelo. Vive para contarla. Nació cerca del hotel donde presentan la nueva marca turística del Estado que le hizo cultor desde que contaba con 14 o 15 años.
"Empecé a tocar tambor para no tener tanto ocio", cuenta con su camisa tropical junto a sus compañeros de la agrupación con la que se ganan la vida como cultores tocando tambores por todo el territorio, fabricando instrumentos, dando clases y conferencias en oficinas y Liceos superiores. Aye Cuero es el nombre de la agrupación de Félix y los demás que hoy esperan al gobernador del Estado con su mejor sonrisa. Están entusiasmados.
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Mientras hacen tiempo hablan de su historia, que es la de sus ancestros. Tocan tambor porque es la herencia que les dejaron los negros loangos que primero llegaron de África a Curazao, hoy territorio autónomo de los Países Bajos —desde las costas falconianas casi parece que puede tocarse su perfil—. De ahí, llegaron a todos los rincones del Estado vecino.
"Ellos trajeron su tambor, que se llama Tambú", cuenta Félix. "Y nosotros fuimos adaptando sus ritmos para tener una herencia propia". Los falconianos añadieron el furro, un instrumento primo hermano de la gaita (aunque se parece más a una zambomba) que Félix sostiene entre sus piernas mientras cuenta las historias de su sangre.
"Con el paso del tiempo, los diferentes ritmos derivaron en tres tipos de tambores: el coreano, el veleño y el cumarebero. Son distintos y se bailan distintos. No hay otro tambor en el mundo que se les parezca", termina.
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Enseguida, comienza la música que pone en pie a los más de 200 empresarios que han acudido a la cita de esta nueva marca y este nuevo reto en Punto Fijo.
La cooperación público-privada es la base de esta iniciativa. Nadie puede hacerlo solo. Dejar la política a un lado en el país donde todo es política es clave para que funcione. Víctor Clark es el gobernador del Estado Falcón, es chavista y uno de los más jóvenes titulares de un cargo como el suyo.
Lleva ocho meses trabajando en este proyecto junto a los empresarios que han acudido a la cita de Punto Fijo para dar el pistoletazo de salida a esta nueva etapa turística y económica.
"Necesitamos que el mundo conozca a Falcón. Aquí tenemos todo lo que la gente quiere conocer: las mejores playas del Caribe, reservas naturales, parques nacionales, la mejor gastronomía, y hasta un desierto en mitad de estos paisajes [Los Médanos de Coro, el único desierto movedizo de las costas caribeñas]", asegura en conversación con Sputnik. Interrogado sobre el tema político se reafirma: "Por encima de la política está el derecho de los pueblos al turismo".
En la sala hay empresarios de todos los colores: dueños de hoteles de lujo y aerolíneas comerciales, emprendedores con posadas familiares junto al mar y bailarines de tambor junto a foráneos vestidos de 'Cucuruchos' y de 'la Mojiganga', personajes que recrean una de las fiestas más tradicionales del Estado, la que se hace el 28 de diciembre, Día de los Inocentes, en varios municipios de la zona.
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Todos están bebiendo un cóctel de cocuy, una bebida alcohólica artesanal típica de Venezuela, con cují, agave y ponsigué, frutos típicos del Estado que aportan la personalidad meritoria para el caso.
Marvin Linares es el presidente de Albatross Airlines, una compañía venezolana que conecta Punto Fijo con el aeropuerto internacional Simón Bolívar de Caracas. Ofrece otros vuelos internacionales a Curazao, Aruba o Barranquilla y es una de las principales responsables de que en poco más de seis meses el aeropuerto de esta ciudad-desierto pasase de tener un solo vuelo nacional a la semana a más de 18 dentro y fuera del país.
"La tarea es complicada", dice preguntado por su opinión sobre este nuevo arranque para explotar el potencial turístico de Falcón. "Primero hay que creer en Venezuela y aislar a la política porque este es un tema puramente económico. Olvidarse de lo negativo e impulsar lo positivo es nuestra apuesta".
A su lado, Francisco Meliá, presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Paraguaná, asegura que "la bonanza se perdió por el control de cambio y la dolarización de facto que ha sufrido el país, lo que ha provocado una devaluación de la moneda nacional y una hiperinflación imposible de sostener".
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El control de cambio, con larga tradición histórica en el país, se consolidó en el año 2003 cuando el gobierno de Hugo Chávez impuso un sistema de control y regulación de divisas llamado CADIVI. En la práctica, supuso en muchos casos, un desajuste de la economía nacional con la aparición de un mercado negro de compra-venta de divisas que favoreció la corrupción y expulsó a los turistas extranjeros de la oferta turística.
Yasmeri, Ana María y Fidencio nacieron en Falcón y nunca han pensado en abandonar su tierra de la que se sienten profundamente orgullosos a pesar de la situación de crisis actual por la que está atravesando el país. Los tres regentan diferentes posadas familiares en varios pueblos de la costa.
"Somos el segundo Estado más turístico del país después de Nueva Esparta [donde se encuentra la famosa Isla Margarita]. Ahora tenemos un déficit en la calidad de los servicios: luz, agua, telecomunicaciones, vialidad. Pero lo compensamos con una atención excelente. Nos enfocamos en eso porque el venezolano es un pueblo cálido y esperamos que a partir de ahora las cosas mejoren", explica Ana María, morena, ojos verdes, sonrisa perfecta.
Lleva diez años regentando su posada Piedra de Agua y ofrecen arepas peladas (típicas solo de Falcón) y quesos de cabra en el desayuno.
A poco más de media hora en carro desde Punto Fijo, se encuentra Adícora, un pueblo casi desconocido para el mundo a pesar de que sus playas se encuentran entre las cinco mejores del planeta para practicar Kite Surf por sus excelentes condiciones climáticas.
El pueblo respira Caribe por todos sus costados. Ondea silencio y sol de media tarde, aunque la costa está llena de adictos a este deporte de tabla, viento y parapente. Los fines de semana sus posadas se llenan de viajeros nacionales y las fiestas en la playa duran hasta el amanecer.
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Adícora es una mezcla curiosa de juventud moderna y tradición escondida. Hace un año hicieron en sus playas desiertas uno de los conciertos homenaje a Alí Primera más recordados. Acudieron miles de falconianos y oriundos de los Estados vecinos que no querían perderse las letras del poeta taitantos años después de su muerte: "Paraguanera, tu playa inmensa/Paraguanera, como esperanza".
Óscar Hurtado es el presidente de la Asociación de Kite Surf de Adícora. Se crió en estas costas y practica este deporte desde que era niño. "Es lo normal entre los chamos (niños) que nacemos aquí", cuenta. Ofrecen precios más competitivos que en otros puntos de Kite para atraer al turista extranjero, aunque reconoce que todavía queda mucho por hacer.
Un poco más lejos de allí, como a una hora de aquel café con horarios de serpentina se encuentra uno de los lugares más mágicos del Estado. El Cabo San Román es el punto más septentrional del país. Hay un faro y una estepa que mira Aruba desde sus vientos, fuertes, del sur.
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Antes de eso unas salinas únicas de color rosa que se llaman Las Cumaraguas y que están desiertas porque todavía falta promoción. Los niños de la zona venden los pedacitos sólidos de sal hechos casi monumento por "la voluntad" y un cartel anuncia el "Fin de Construcción".
Se siente como en aquella época en la que se pensaba que la tierra era plana y había un precipicio de posibilidades en el extramuros. Falcón acaba de izar sus velas y se ha puesto manos a la obra para explorarlas con barcos que no alimentará la refinería de Amuay.
