Para ser exactos, la hostilidad duró 121 años aunque nunca se disparó una bala y una de las partes ni siquiera tenía conocimiento del conflicto. Todo comenzó cuando a mediados del siglo XIX, el militar y político colombiano, José Santos Gutiérrez, viajó a Bélgica a cursar estudios en leyes en la Universidad de Lovaina.
El colombiano, que ya había comenzado a organizar su boda con la joven belga, se sintió frustrado y regresó con el corazón roto a su país, que entonces se denominaba Estados Unidos de Colombia.
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Por aquel entonces el territorio colombiano era una federación dividida en nueve Estados independientes. En 1863, poco después de su retorno de Bélgica, el prestigioso político Santos Gutiérrez se convirtió en presidente del Estado de Boyacá, y así fue como cobró su venganza por el desplante belga.
En 1867, el entonces presidente de Boyacá, envió una carta a Bruselas en la que declaraba la guerra al Reino de Bélgica. Pero para triunfo de la paz, la misiva nunca llegó a su destino y los belgas nunca se dieron por enterados.
Tal fue el caso que, en 1988, el diplomático Willy Stevens, embajador de Bélgica en Colombia, conoció esta curiosa anécdota y organizó la firma de un armisticio simbólico el 28 de mayo con el entonces gobernador del Departamento de Boyacá, Carlos Eduardo Vargas Rubiano.
El hecho fue transmitido en la televisión belga y asistieron como testigos los embajadores de Bolivia, Uruguay, Holanda, Marruecos, Líbano y China.
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