Los comicios, que costaron nada menos que 7.000 millones de dólares, se prolongaron por espacio de cinco semanas, del 11 de abril al 19 de mayo, para facilitar que 900 millones de electores pudieran ejercer su derecho a elegir. Finalmente 600 millones de indios depositaron sus papeletas, 10 millones de ellos por primera vez en su vida. Este dato da una pista sobre el crecimiento demográfico que está experimentando el subcontinente asiático.
El recuento de votos solo comenzó tras haber concluido todo este complejo dispositivo logístico y se demoró otros cuatro días. Estaban en juego los 543 escaños de la Lok Sabha o Cámara Baja del Parlamento que representa a los 29 estados y siete territorios que conforman la República de India.
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La figura de Modi, de 68 años, no deja indiferente a nadie. Patriota para unos, populista para otros. Criado en una familia muy humilde y unido en un matrimonio concertado a una mujer con la que apenas convivió, entró pronto a formar parte de una organización nacionalista hindú de la que posteriormente surgió el Bharatiya Janata Party (el Partido Popular Indio), actualmente en el poder.
El primer ministro ya fue elegido en 2014 por el mayor número de votos que India ha conocido en los últimos 30 años y desbancó entonces a la coalición encabezada por el Partido del Congreso, la formación de Jawaharlal Nehru e Indira Gandhi. Ahora Modi ha aumentado la diferencia y ha conseguido más diputados, lo que representa todo un hito y un triunfo incuestionable.
Medidas de Modi
Sus detractores le acusan de promover el sectarismo y el supremacismo hindú, fomentando la división social y aumentando la presión sobre las minorías especialmente sobre la musulmana. Sus partidarios aseguran, sin embargo, que él sigue siendo la persona con más posibilidades de realizar los cambios económicos que el país necesita. El balance de resultados es mixto.
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Aunque India se ha convertido en la gran economía que más deprisa está creciendo en todo el mundo —nada menos que un 7,5% en 2018—, Modi también ha visto bajo su mandato cómo la tasa de paro alcanzaba niveles nunca vistos en aquellas latitudes. O cómo su medida de retirar de la circulación los billetes de mayor valor para acabar con los sobornos y la economía sumergida desataba el caos y la indignación popular.
Gracias a una ambiciosa agenda de desarrollo, benefició a cientos de millones de compatriotas. ¿Cómo? Como indica el columnista y politólogo norteamericano Ian Bremmer, Modi se aseguró primero que el Gobierno tuviera más ingresos para poder gastar más recursos. A través de una reforma fiscal promulgada en 2017, Modi simplificó un sistema enormemente complejo de recaudación de impuestos estatales y federales, ampliando la base impositiva y reduciendo drásticamente las rupias que se perdían a consecuencia del fraude.
Además, destinó cantidades de dinero sin precedentes a desarrollar nuevas infraestructuras, una necesidad interminable para un país tan vasto. La construcción de carreteras, autopistas, y aeropuertos ha aumentado de forma considerable el futuro potencial económico de India.
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Aunque este costoso proceso aún no se ha completado, el Gobierno de Modi también llevó la electricidad a aldeas remotas que nunca antes la habían tenido. Su equipo puso en marcha proyectos que ayudaron a las mujeres de muchos poblados a tener acceso a gas de cocina por primera vez, y que construyeron decenas de millones de retretes para cientos de millones de personas que carecían de ese elemento básico.
La política
El problema radica en que "India, políticamente, se está desgarrando tan visceralmente como Estados Unidos", opina Bremmer.
A Modi ya le compararon con Recep Tayyip Erdogan, Jair Bolsonaro o Donald Trump. En febrero de este mismo año, no titubeó al ordenar a la Fuerza Aérea India que sus cazas atacaran, en Pakistán, los campos de entrenamiento de un grupo terrorista vinculado a Al Qaeda (organización terrorista proscrita en Rusia) que había matado a 44 soldados indios en el territorio disputado de Cachemira. Ese incidente desencadenó una grave crisis entre ambas naciones asiáticas, dotadas del arma atómica, que terminó sin mayores consecuencias.
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Gracias a estas reformas económicas, pero también en buena medida a su línea dura con Pakistán y a su llamamiento al orgullo hindú, Modi es incluso más popular ahora que hace un lustro. El veredicto ha sido inapelable. Los ciudadanos de los estados indios castigados por los ataques terroristas, sobre todo aquellos situados a lo largo de la frontera paquistaní, han preferido que repita un primer ministro fuerte que piensan que les protegerá. Y la clave electoral estuvo de nuevo en el denominado "cinturón hindú", enclavado en el norte de la república, y que incluye nueve estados donde la lengua hindi es mayoritaria, entre ellos el de Uttar Pradesh, el más poblado de India.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK