Si eres de los que piensan que las personas obesas comen por placer, este estudio demuestra que es un placer poco sublime. De acuerdo con el Centro de Investigación Biomédica en Red Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) de Valencia, la obesidad puede ocasionar trastornos significativos en el gusto de las personas.
El estudio, que tuvo una muestra de 381 personas entre 55 y 75 años, concluyó que a mayor peso menor es la capacidad para percibir sabores, una teoría que el CIBEROBN venía investigando desde hace algún tiempo.
Las mediciones previas en personas aisladas habían arrojado dudas sobre la percepción de cada uno de los cinco sabores reconocidos internacionalmente: dulce, salado, amargo, ácido y umami.
Los hallazgos aportan nuevas evidencias sobre la obesidad, así como la necesidad de tener en cuenta la capacidad de percepción de los distintos sabores por cada persona a la hora de pautar dietas para prevenir o tratar la obesidad.
Los investigadores españoles también mantienen la hipótesis de que una menor capacidad para percibir el sabor en determinadas personas determinaría que tuvieran que comer más alimentos para conseguir que esta información llegue al cerebro y así desencadenar señales de saciedad.
De ahí la importancia de que las dietas, además de saludables también sean sabrosas y personalizadas a las preferencias de cada persona para conseguir una mayor adherencia.
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El grupo de CIBEROBN también investigó la influencia genética en la percepción del sabor para lo que elaboraron un genotipado con el genoma de todos los participantes. Asi fue como se identificó el gen identificado LRRC32, que previamente había sido relacionado con inmunidad, y enfermedades respiratorias como el asma.
Con anterioridad se había descubierto que algunos receptores del sabor, fundamentalmente del sabor amargo, además de en la lengua, se encontraban en el pulmón. Esta curiosa coincidencia podría contribuir a mejorar las estrategias para combatir la obesidad a nivel mundial.