Las cianobacterias son muy antiguas, llevan más de 2700 millones de años en la tierra y fueron las que dieron orígen al oxígeno en la atmósfera. Pero, en los últimos años, se dieron ciertas condiciones que generaron un crecimiento explosivo de estos microorganismos.
"El fenómeno es global y responde a un impacto generalizado en los ecosistemas acuáticos por la actividad humana, de la que nosotros no escapamos", expresó Luis Aubriot, docente e investigador de la Facultad de Ciencias en la Universidad de la República en Uruguay, especializado en el estudio de las cianobacterias en los ecosistemas acuáticos.
Otro factor importante son las formaciones de embalses, tanto para riego como para producción hidroeléctrica, que hacen que el agua se retenga por mucho tiempo, generando un ambiente propicio para la formación de estos microorganismos. Además, las altas temperaturas, el viento y las precipitaciones abundantes contribuyen a que estas se expandan por los ríos y océanos.
Este verano su presencia fue masiva en el Río Uruguay, el Río de la Plata y en el Océano Atlántico, llegando incluso hasta las costas del departamento de Rocha en Uruguay y al sur de Brasil. También estuvieron presentes en Argentina, Guatemala y Estados Unidos.
Cuando los guardavidas las detectan, colocan banderas sanitarias (rojas con una cruz verde) que prohíben el ingreso al agua. Sus toxinas son dañinas tanto para las personas, como para los animales y el medioambiente.
"Pueden generar irritación en la piel y problemas gastrointestinales: vómitos, diarrea e incluso fallas hepáticas graves. A largo plazo pueden dar lugar a problemas crónicos como la generación de tumores en el hígado", agregó Aubriot.