En esta ocasión, fueron los dos propulsores principales del buque los que fallaron durante un navío de prueba. Según informa el columnista del medio estadounidense The Drive, Tyler Rogoway, esto retrasará aún más el comienzo del uso operativo del portaviones.
Desde que la Armada recibió el portaviones en 2017, dos años más tarde de lo planeado, este sufrió graves problemas con las catapultas —los sistemas para los aterrizajes de aviones—, radares y la ausencia de la mayor parte de sus ascensores para los armamentos.
Entre las falencias, sobresalieron las catapultas electromagnéticas que fallaban nueve veces más de lo tolerado por la Armada. Así, el buque tenía una probabilidad del 70% de completar un solo día de operaciones sin sufrir una avería grave.
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Lo mismo ocurrió con los cables de parada que de promedio no pudieron frenar a más de 20 aviones sin sufrir serios problemas. A modo de referencia, la Armada exige que estos cables garanticen 16.500 aterrizajes antes de sufrir problemas.
Pese a que pueda parecer que los problemas con los radares no son tan importantes, en realidad son cruciales. Son necesarios para coordinar los aterrizajes y los despegues de los aviones.
Aparte de ello, unos radares disfuncionales afectarían gravemente a los sistemas de defensa aérea del buque, comprometiendo su seguridad. Por lo cual, los propulsores averiados recientemente solo extienden la ya larga lista de fallas técnicas del nuevo portaviones.
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Curiosamente, todos estos problemas recuerdan a lo que está ocurriendo con el desarrollo del caza de la quinta generación F-35, que ya se ganó una fama notoria por la gran cantidad de fallas técnicas que está sufriendo y sus altos costes.
En un principio, esta aproximación debió ahorrar tiempo y abaratar costos, pero los ejemplos del F-35 y del USS Gerald R. Ford están demostrando que la construcción de un proyecto sin tener siquiera un diseño final puede tener serias consecuencias.
Aparte de las averías y los tremendos retrasos, también aumentaron los costos en comparación con los pronósticos iniciales hasta alcanzar precios desorbitados.