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El movimiento 'Alt-right' también suma seguidores en Argentina

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Voceros del conservadurismo y el neoliberalismo económico, enemigos del Estado y de las ideas del progresismo, los representantes de una versión aparentemente modernizada de la derecha libertaria aprovechan las redes sociales y el espectáculo televisivo para ganar adeptos. Proliferan en Argentina los ejemplos.

Liberal-liberalitario, anarco-capitalista, anti-Estado, neo-conservador. Etiquetas con las que se catalogan y autodenominan en cuanto a sus ideologías político-económicas algunos de los referentes de la versión sudamericana de la alt-right, o derecha alternativa, que incluye al abanico de movimientos reaccionarios al progresismo y que se expande en sintonía con la frustración social, la relativización de la verdad y el auge de las redes sociales.

"Hay un fenómeno global que se está dando desde el 2010 en adelante, a partir de un cambio muy grande en las lógicas de la comunicación, de un crecimiento importante de ideologías extremas, particularmente de derechas, que se basan principalmente en la búsqueda de ciertos sentidos comunes, las satisfacciones inmediatas y explicaciones simples, y particularmente que apelan a personas enojadas", dijo a Sputnik Nicolás Dvoskin, economista e investigador, miembro de la Sociedad de Economía Crítica.

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En los últimos años, con el florecimiento de los discursos radicalizados, los triunfos de los partidos políticos conservadores, el avance de luchas feministas y de género (y su reacción en los sectores más tradicionalistas), entre otros factores, provocaron la aparición y el respaldo de personalidades mediáticas y fenómenos virales que reproducen el tono discursivo violento de los trolls —usuarios anónimos en redes— o se plantean como falsas alternativas al canon académico para defender posiciones a simple vista disímiles, como el libremercadismo puro o el moralismo fundamentalista.

"Uno se pregunta ¿qué tendrán que ver estas dos? Pero uno ve la experiencia de Brasil y ve quiénes están gobernando ahí y te das cuenta que es una mezcla perfecta de las dos cosas. No es una derecha de tipo comunidad organizada fascista clásica, que busca agrupar a partir de las identidades nacionales, sino a través de banderas de tipo ‘con mis hijos no te metas',", dijo Dvoskin, quien se encuentra como investigador visitante en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Católica de Eichstätt, Alemania.

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En Argentina, han empezado a proliferar como invitados a los medios masivos algunas figuras como Agustín Laje, un joven politólogo que se plantea como intelectual de derechas, o Javier Milei, un economista defensor de la idea de un capitalismo sin regulación estatal, ambos dedicados a atacar, algunas veces de forma virulenta, todo tipo de pensamiento progresista en lo político o keynesiano en lo económico, desde el feminismo y los movimientos LGBT hasta la recaudación impositiva para fines sociales o el concepto de un Estado de bienestar.

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Sus seguidores, principalmente jóvenes y que manifiestan su apoyo a través de las redes sociales, se identifican muchas veces con el emoticón de la serpiente en referencia a la Bandera de Gadsden, símbolo revolucionario independentista estadounidense, hoy adoptado por las ideologías libertarias y minarquistas, defensores de la idea de un Estado reducido a su mínima expresión, que no interfiera en absoluto con las libertades individuales, y de una economía librada exclusivamente a las leyes de oferta y demanda entre privados.

Dvorskin dijo que la primera falacia de estos personajes es que se plantean como algo novedoso cuando son ideas que tienen por lo menos 200 años, "que son las que efectivamente han llevado a las enormes desigualdades económicas que está viviendo el mundo en crecimiento desde los últimos 50 años".

"Decir que el problema de la economía es el Estado es como decir que el problema de que se caigan los aviones es la ley de gravedad. No tiene sentido porque no existe la economía capitalista sin el Estado. Es ridículo desde el punto de vista de que el Estado es la base que garantiza las propias relaciones sociales de producción capitalista", dijo.

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