El programa nació en 2002, cuando Leonela Relys Díaz, doctora cubana en Ciencias de la Educación, terminó la confección de una cartilla de alfabetización, que combina consejos para su aplicación y el material académico.
Varias provincias de Argentina todavía mantienen este acuerdo educativo con el Gobierno cubano. Desde la ciudad de San Jorge, provincia argentina de Santa Fe, el uruguayo Álvaro Cabeza contó a Sputnik cuál era la situación de los iletrados en esta ciudad donde, durante los primeros años del 'Yo, sí puedo', fue voluntario como facilitador.
"En 2006 me entero por compañeros del Partido Comunista que el 'Yo, sí puedo' había aterrizado en Argentina. Los convenios que había con Cuba eran becas para estudiar Educación Física y Medicina para aquellos que tuvieran el secundario completo. Las carreras duraban seis años, pero era una oportunidad única porque acá, en esa franja de la sociedad, ya era difícil encontrar un chico que tuviera el secundario completo", explicó Cabeza.
Producto de la crisis que vivió Argentina en 2001, miles de personas quedaron desempleadas, y en ese contexto llegó el ‘Yo, sí puedo' a las ciudades más intrincadas del país.
El método cubano parte de lo conocido, en este caso los números, como recurso nemotécnico para facilitar el proceso de aprendizaje hacia lo desconocido. Se utilizan los medios audiovisuales y una persona que ejerce la función de facilitador para transmitir los conocimientos, quien será el vínculo entre lo audiovisual y el participante.
Para el material audiovisual se crearon 17 vídeos con 65 clases, para una actividad educativa de una hora diaria, aunque el método puede ser bastante flexible. Se estima que su aplicación puede abarcar un tiempo máximo de entre siete y 12 semanas, aunque se ha demostrado también su efectividad con un intensivo de un mes.
"La esencia era una educación gratuita", señaló Cabeza, quien se dio la tarea de organizar las clases en San Jorge, una ciudad con 23.000 habitantes. "Hablé con docentes y otros no docentes porque para enseñar el 'Yo, sí puedo' basta con saber leer y escribir y un buen corazón y entender, desde la educación, que nadie puede ser analfabeto en el siglo XXI", destacó.
Pero sí había muchos iletrados funcionales, que es como se les llama a aquellas personas que alguna vez aprendieron a leer y escribir pero nunca más utilizaron ese conocimiento. Fue con estas personas que Cabeza formó su primer grupo de 14 adultos de entre 70 y 80 años.
"Fue muy aleccionador, una mezcla extraña entre lo lindo de enseñar y a su vez una tamaña responsabilidad. Pero yo siempre confié en algo que uno entiende como convicciones. También, los cubanos venían y me asesoraban, me explicaban lo básico ante una clase, mucho respeto sobre todo y más, porque [los alumnos] eran gente mayor", comentó.
Anécdotas de esta experiencia Cabezas tienen cientos para contar, pero hay una que le causa una emoción particular. Es la historia de Don Tito, un señor mayor que no se perdió ninguna de las clases del programa en compañía de su esposa Luisa, y animaba a todos en la ciudad para que asistieran a las aulas del 'Yo, sí puedo'.
"Cuando esto ocurrió hacía solo 15 días que habían empezado en el programa, pero después, a sus 70 años Don Tito y Luisa retomaron la lectoescritura. Ellos descubrieron otro mundo, lo que es natural para nosotros y que ellos no tenían idea", comentó Cabeza.
El método cubano se ha ido perfeccionando con los años, con tres sesiones semanales hoy día muchos aprenden a leer y escribir en apenas tres meses. "Eso sí, el único secreto es ser constante y no abandonar nunca", aseguró este orgulloso facilitador.
El método cubano fue adaptado a diferentes lenguas como el inglés, portugués, francés, quechua, aymara, guaraní, creole, swahili y tetuán. Además, existe también en sistema Braille, para sordos y personas con problemas intelectuales leves.
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