El osito, que apenas cumplió un año, vive desde hace más de un mes en las costas del mar de Siberia Oriental, cerca de la localidad de Ryrkaypiy.
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Se supone que pudo haber subsistido por algún tiempo con los restos de morsas muertas hallados cerca de su paradero, en el cabo Kozhévnikov, tras la emigración estacional de esos animales a otro lugar, pero con la llegada del frío extremo, a principios de enero, al cachorro ya le resultaba difícil comer la carne congelada.
"La única solución fue descuartizar los cadáveres de morsas para facilitar la alimentación del animal, habitantes de las localidades de Ryrkaypiy y Billings llegaron para cortar la carne y lograron hacerlo con hachas y sierras, cuando la temperatura rondaba los 30 grados bajo cero", dijo Nikíforov.
Subrayó que "por primera vez en la historia se lleva a cabo un experimento único, que consiste en intentar conservar en la naturaleza al osezno huérfano de un año".
Según el experto, de momento se logra impedir que entre en las localidades y se alimente con la comida de los humanos, que son las condiciones imprescindibles para que el animal no se acostumbre a los hombres y pueda cazar.
"Normalmente en casos similares acaban por darle de comer a los osos la comida humana, trasladarlos a un zoológico o sacrificarlos, pero en nuestro caso, las acciones bien pensadas dan esperanza de que el osezno se quede en la naturaleza", suponen los científicos del Centro.