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Brexit: la caldera del diablo

Brexit: la caldera del diablo
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El mejor acuerdo que podía ser negociado. Lo afirmó la premier británica Theresa May al referirse al pacto logrado entre Londres y Bruselas que salió con fórceps desde las entrañas del Reino Unido. Tras el anuncio, los focos de incendio se cuentan por decenas en Europa, con punto de ignición en el número 10 de Downing Street.

Como quienes huyen de la peste. Así se están alejando de la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, integrantes de su Gobierno, que ven que el acuerdo del Brexit alcanzado por su jefa, navega entre lo agraviante y lo humillante al mismo tiempo. Y lo que falta por venir, podría pensar cualquiera que lo vea desde afuera, y más tras el revolcón parlamentario que padeció May.

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Así, los cuatro altos funcionarios británicos que dimitieron a la mañana siguiente de la noche en que May anunció el acuerdo con pompa, tras someter durante cinco horas a su gabinete, dieron la espantada. Como aquel que se pasa de copas por la noche, y a la mañana siguiente se arrepiente o no puede creer lo que hizo la noche anterior. 

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O sencillamente, porque a saber a cuenta de qué, le vendieron tiempo, o bien, se lo regalaron a la premier, para echarla a los lobos el día siguiente por primera vez, para que la jauría se desate el completo el próximo 18 de diciembre, cuando el Parlamento vote a favor o en contra de este acuerdo que May calificó como "el mejor que podía ser negociado".

Lo que sí se especula a esta cuenta, es que con la huida estratégica el que ganó enteros, o por lo menos algo de crédito, fue uno de sus correligionarios y a quien se le endilga la ambición cercana de echarla de su sillón para poder ocuparlo: el ministro para el Brexit, Dominic Raab.

Lo que en la noche del miércoles May vendió como humo blanco, este jueves se transformó en la hoguera del infierno.

"Es un paso decisivo que nos permite seguir adelante y ultimar el acuerdo en los próximos días. […] Es el mejor que podía ser negociado [tras] miles de horas de duras negociaciones entre los funcionarios del Reino Unido y muchas, muchas reuniones", soltó May con aire de haber puesto de rodillas a todos en su gabinete, y al Reino Unido al completo aquella noche. 

Pocas horas después, cuando despertaba el día siguiente, el secretario de Estado para Irlanda del Norte, Shailesh Vara, abandonaba el Gobierno al considerar que el pacto de 585 folios que la premier acordó con Bruselas, no responde a la voluntad expresada en el referéndum de junio de 2016 y deja a Reino Unido "a medio camino, sin fecha límite para determinar cuándo seremos al fin un país soberano". 

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Pero la tierra se abrió bajo los pies de May con la siguiente dimisión, la más relevante por el ideario que representa y el cargo que ostentaba hasta entonces. Se llegó a hablar de una implosión intestina fuera de control: la del último ministro para el Brexit, Dominic Raab, a quien se le responsabiliza de casi la totalidad de lo acordado, ante el incendio del Titanic y su hundimiento inexorable, se trepaba a un bote salvavidas con violencia. 

​Con la BBC como interlocutor, Raab soltaba que "los términos propuestos por la primera ministra contienen errores muy relevantes. […] Si este acuerdo entra en vigor provocará un devastador efecto en la confianza de la ciudadanía en la democracia". Más tarde caerían más fichas: Ester McVey, ministra de Trabajo y Pensiones, quien denunció que el pacto "no hace honor a los resultados del referéndum de 2016", y tras ella, la número dos de Raab, Suella Braverman.

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Así, queda en total entredicho lo que declaró May esa noche sobre el acuerdo alcanzado con Bruselas: 'aceptado' y 'aprobado', dijo. Parafraseando a la famosa leyenda sobre Las Vegas, lo que pasó en Downing Street la noche del miércoles, se queda en la noche del miércoles. Pues ese podría ser el máximo recorrido del acuerdo. Ese 'aceptado' y 'aprobado', se parece más a un changüí del gabinete, que a un apoyo irreductible.

Para el presidente de la Consultora Ekai Center, no es sorprendente el contexto que se está generando.

"Lo que ocurrió es que el Brexit obedecía a una marea popular por distintas razones de desconfianza popular [en el Reino Unido] con respecto a la UE. Una marea popular que de alguna forma desbordó las estrategias de la élite financiera [británica], y en el momento en que se plantea el referéndum hubo un descolocamiento rápido de muchos líderes conservadores que siempre habían sido favorables a la UE, y que en el último momento intentaron aparecer como favorables al Brexit", observa el analista.

"La élite financiera intentó jugar subiéndose al carro [del Brexit]. Seguramente fue una sorpresa para ellos que el referéndum del Brexit saliera adelante, y su estrategia a partir de ese momento fue, 'el referéndum ha salido, tenemos que escenificar el fracaso de las negociaciones de tal forma que se justifique un segundo referéndum'. Y esta ha sido básicamente la estrategia que ha desarrollado el Gobierno de Theresa May. Por lo tanto, todo lo que ha sucedido a partir de esas negociaciones era previsible, y también el desconcierto que se está generando en este momento", explica Zelaia.

No obstante, en Europa también prendió el escepticismo respecto a las líneas maestras del acuerdo y despertó la desconfianza en varias capitales. Perciben también cierto agravio y humillación en el pacto – alcanzado, pero aún no ratificado– pues permitiría al Reino Unido permanecer en la unión aduanera europea en unas condiciones que algunos diplomáticos consideran privilegiadas. 

Y es que una vez consumado el divorcio, y en tanto no se encuentre una solución definitiva al problema de la frontera entre Irlanda –miembro de la UE – e Irlanda del Norte, Londres quedaría en un estatus intermedio: ni como socio de pleno derecho, ni como un tercero. Una salvaguarda –la conocida como backstop, entre los negociadores – para garantizar que no se divide la isla irlandesa. Y esto escuece y mucho a varios políticos europeos.

"La confusión que existe en este momento después de dos años de negociaciones es realmente llamativa. Estamos hablando de responsables políticos de un nivel suficiente como para haber negociado algo de forma mucho más asentada muchísimo antes. Si estamos en una situación límite, en el límite del tiempo y con una confusión como esta, es probablemente porque realmente es esta situación la que se quería provocar: de escenificación de fracaso, de mala negociación, es decir, un contexto adecuado para llevar a un segundo referéndum que anule el Brexit", concluye Adrián Zelaia.

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