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25 años de Maastricht: ¿confeti o marcha fúnebre para la UE?

25 años de Maastricht: ¿confeti o marcha fúnebre para la UE?
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Casualidad o causalidad, los entonces integrantes de la cúpula de lo que era la Comunidad Europea, decidieron que fuera un 1 de noviembre – día de todos los santos en varios países del viejo continente–, del año 1993, que entrara a rodar definitivamente lo que desde ese momento se conoce como Unión Europea, mediante el Tratado de Maastricht.

Las bodas de plata del bloque comunitario lo sorprenden en un fallo multiorgánico: desde lo institucional, hasta lo más terrenal, pasando por una serie de 'estallidos' políticos que tienen en jaque a Bruselas. Y es que a los objetivos planteados con aquel tratado no los podría ver ni el Kepler en sus mejores épocas: parecen estar en una galaxia tan distante como desconocida.

Para el profesor de Economía Política de la Universidad del País Vasco, Joaquín Arriola "el Tratado de Maastricht pretendía dar respuesta por lo menos a dos cuestiones. Por un lado, la posibilidad de ampliar la UE hacia países con estructuras políticas y sociales mucho más diferenciadas de las que tenían los socios que conformaban la Unión hasta ese momento, es decir, los países de Europa del Este. En segundo lugar, establecer los criterios para que las políticas públicas que se llevaran a cabo por el conjunto de los países que integran a la Unión, tuvieran una cierta coherencia".

"Lo que ocurre es que el criterio de coherencia que se estableció en el Tratado de Maastricht, es el ajuste permanente. Es decir, obligar a los países a mantener unas políticas, sobre todo fiscales, basadas en el equilibrio presupuestario, que se tardó un tiempo en lograr, porque inicialmente quienes habían promovido el Tratado de Maastricht, Francia y Alemania, eran los que más incumplían ese criterio. Pero ha sido la base posterior de lo que se realiza actualmente, después de la crisis, sobre todo a partir de 2012, que es el pacto por la estabilidad y el crecimiento", observa el experto.

Entre los principales objetivos del Tratado de Maastricht sobre la transformación de lo que era la Comunidad Europea a lo que es el actual bloque comunitario, se encontraba el de preparar la Unión Monetaria Europea e introducir elementos de unión política: ciudadanía, política común de relaciones exteriores y asuntos internos. 

Mientras, sus principales cambios institucionales eran el establecimiento de la Unión Europea, y la introducción del procedimiento de codecisión, otorgando al Parlamento más participación en la toma de decisiones; nuevas formas de cooperación entre los gobiernos de la UE, como por ejemplo en defensa y asuntos de justicia e interior. 

Arriola explica que la UE tiene dos grandes etapas. "La primera está marcada por el Tratado de Roma desde el inicio del Mercado Común Europeo en el año 1958-59, hasta 1986. La segunda etapa arranca con el acta única y se consolida con el Tratado de Maastricht, que lo diferencia del anterior por tener una orientación mucho más neoliberal de las políticas impulsadas por la UE. Con el Tratado de Maastricht, Europa se convierte en la región más neoliberal del mundo, mucho más que EEUU incluso".

Llegados a este 2018, el horno no está para bollos. Por eso Bruselas no tiró de confeti: ni grandes actos, ni celebraciones. Sólo la sencillez de un evento en la holandesa y milenaria Maastricht –que regaló el nombre al Tratado– organizado por la universidad homónima y la organización europeísta New Europeans. La idea fue 'amuchar' a algunos cientos de jóvenes europeos y expertos universitarios en materia comunitaria para "celebrar éxitos y enfrentar retos" tras veinticinco años de la UE. Algo que suena como una feria de venta de humo, dadas las circunstancias.

Como símbolo andante de Maastricht y su perspectiva en el tiempo, allí está el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, único firmante del tratado – entonces como primer ministro de Luxemburgo – que sobrevive en la vida institucional del bloque. Estuvo estrechamente vinculado al proyecto de la moneda única durante años como presidente del Eurogrupo. 

Así, quiso recordar el acontecimiento a través de las redes sociales. "El euro y yo mismo somos los únicos supervivientes del tratado de Maastricht. Lo considero un éxito histórico. Compartir la misma moneda significa también compartir el mismo destino. El euro y Maastricht son para siempre". 

​Una exposición con la que Arriola discrepa en parte. "Para empezar, Maastricht fue para muy pocos años, porque poco después hubo que aprobar un nuevo tratado, el de Ámsterdam, y poco tiempo después el Tratado de Niza, y poco después el Tratado Constitucional que fue rechazado por la población en Francia y Holanda, y finalmente el Tratado de Lisboa. Con lo cual, ese 'para siempre', es un 'siempre' bastante corto en el tiempo".

"Respecto al euro, ciertamente sus bases se empiezan a sentar con el Tratado de Maastricht que establece los criterios de homogeneidad en materia de políticas económicas de los países de la UE, pero en particular, como se ve después de los países que integran el euro. Pero lo que estamos viendo es que el euro ha sido incapaz de jugar un papel relevante frente al dólar en el espacio internacional. Los países europeos tienen que tener una gran cantidad de reservas en oro para sostener su propia moneda, cosa que no necesitan los países anglosajones, por ejemplo. Y que el euro vaya a ser para siempre, tampoco parece que sea un vaticinio por el que haya que apostar con  mucha seguridad, porque vamos a ver lo que ocurre si en la próxima recesión, donde ya no hay margen de intervención desde el punto de vista presupuestario, si se insiste con las políticas de ajuste que vienen de Maastricht y los países de moneda única se abocan al caos económico, y probablemente pueda ser el fin del euro".

El 13 de octubre de 1993, 19 días antes de la entrada en vigor del acuerdo, el diario El País de España, publicaba un artículo bajo un título muy sintomático: "La Unión Europea nace tras la aprobación alemana de Maastricht". Allí se puede leer: "El Tribunal Constitucional alemán, en Karlsruhe, dictaminó que el texto se atiene a la ley fundamental del país, aunque criticó el automatismo de la Unión Monetaria, excluyó que implique la creación de una Europa federal y defendió la superación del déficit democrático. La presidencia belga de la Comunidad Europea convocó de inmediato una cumbre para el próximo 29 de octubre".

No había pasado tanto tiempo desde la caída del muro de Berlín y de la reunificación de Alemania, cuando el país teutón ya comenzaba a mostrar síntomas de hacerse con las riendas del bloque comunitario. 

Entretanto, el presente encuentra a la Comisión Europea e Italia en plena guerra sobre la ley de Presupuestos, algo que demuestra que las célebres reglas que establecen el límite del déficit en el 3% del PIB y el de la deuda dentro de un máximo del 60% de la riqueza le cae como una patada en el estómago a muchos países. En todo esto lo que no pasa desapercibido es que durante todos estos años, pocos son los países que han logrado estar al día con lo exigido. Por poner un ejemplo, España lleva una década saltándose el déficit, Italia nunca cumplió lo de la deuda y Francia tampoco supo mantener el equilibrio presupuestario durante años. 

Y es que una investigación del instituto alemán Ifo en 2016, concluye que desde la aprobación de los criterios de Maastricht, todos los socios comunitarios, menos cinco, han incumplido –sin estar en recesión– el límite del déficit del 3%, hasta en 114 ocasiones. Y lo que más sorprende es que nunca han llegado a imponerse sanciones. La Comisión propuso expedientar a Francia hace años, pero el Consejo Europeo echó un capote. Como resultado, nunca se ha aplicado una multa a lo largo de los años. Pese a infracciones flagrantes y reiteradas de varios países. 

Arriola afirma que "la reunificación de Alemania se hizo precisamente incumpliendo los acuerdos de Maastricht sobre la base de un enorme gasto público y un déficit fiscal considerable por parte de Alemania. La posterior ampliación de la UE hacia Europa del Este a quien favoreció fundamentalmente es precisamente a la industria alemana, y en menor medida a la francesa, que se repartieron directamente las zonas de influencia de los nuevos países, convirtiendo a gran parte de los mismos en los talleres industriales de mano de obra barata de la industria fundamentalmente alemana".

"Es más dudoso que esta ampliación haya beneficiado al resto de socios comunitarios, y sobre todo a los países del sur de Europa, que están sufriendo una fuerte desindustrialización como consecuencia del desplazamiento de actividades hacia los países del Este, y tampoco se puede afirmar que haya beneficiado a los ciudadanos de estos países, sobre todo a los más pobres y atrasados como Bulgaria o Rumanía. Lo que les ha beneficiado no es la incorporación al mercado común, sino la posibilidad de emigrar de sus países, tener que abandonarlos, para desplazarse a otros países de la UE, y desde allí enviar remesas. Ese es el 'beneficio' que han obtenido estos países", concluye el experto.

En una proyección hipotética de un escenario de hoy a dentro de 25 años en el bloque comunitario, Arriola expresa que Europa tiene dos problemas que resolver.

"Uno, si realmente se va a retomar un proyecto europeo federal, o se va a profundizar en la orientación actual en esta Europa 'germanizada'. La primera alternativa, que es la que podría dar continuidad dentro de 25 años a algo parecido a la UE más integrada políticamente, requiere resolver el 'problema' ruso. Porque Rusia es parte de Europa, pero la geopolítica actual a Rusia se la quiere lanzar hacia Asia o más allá, al planeta Marte, da la impresión. Si no se resuelve esa integración, la perspectiva de una Europa Federal y políticamente consolidada, dentro de 25 años no será lo que tendremos en el escenario. Si por el contrario se continúan las tendencias actuales en la que predomina la germanización europea, es probable que la UE sea más pequeña que ahora", sentencia Joaquín Arriola.

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