"He pertenecido a todas las poblaciones que apoyo: fui niña de la calle, usuaria de drogas, estuve 10 años presa, tengo 23 años viviendo con VIH, toda mi vida fui trabajadora sexual. Todas estas poblaciones son las que atendemos en el día de hoy", dice Kenya Cuevas, una trabajadora sexual transgénero, en entrevista con Sputnik.
'Casa de las muñecas Tiresias' es la organización con la que viene trabajando de manera autónoma con otro tipo de poblaciones. No es común que se vea mujeres transgénero haciendo estas tareas.
"Las trans tenemos muchas necesidades y hemos venido trabajando muy duro para la inclusión; pero lo que pienso es que yo pertenecí a otros colectivos y veo otras necesidades sociales. Que esas necesidades las atienda una mujer trans, es algo novedoso", sostuvo.
Este hecho torció su vida hacia la defensa de los derechos humanos de las personas que viven y conviven en las calles de la Ciudad de México. "El caso de Paola fue un transfeminicidio donde tenían todos los elementos para procesar y continuar con la investigación, pero hubo corrupción, discriminación y criminalización por la condición de género". Hoy, el responsable de esa muerte está prófugo y la investigación del caso, detenida.
Kenya señala las dificultades de ser trans en México: "La violencia se vive desde el momento en que generas una transición y surge desde el hogar. Muchas chicas trans salen huyendo para ser quien ellas identifican ser y en esa huida se van sin documentos, muchas se van sin estudios, siendo menores de edad. Salen a las calles donde nada más nos tienen enfrascadas en determinados trabajos y el dominante es el trabajo sexual", dijo Kenya a Sputnik.
La vivienda es el talón de Aquiles de la mayoría de las mujeres trans, ya que viven en hoteles o pensiones y rara vez logran conseguir un lugar digno para vivir. "Lo que me motiva para ayudar y hacer defensa de derechos humanos es la violencia que se vive en la calle. Cómo somos criminalizados quienes estamos en una situación vulnerable. Eso me mueve, hasta me indigna", contó.
Su organización no recibe recursos públicos y funciona con el trabajo de una decena de voluntarias. Facilita el acceso a documentos de identidad oficiales, a los servicios de salud, consigue donaciones de ropa e insumos de prevención del VIH. Asesora en el trámite de identidad de género y ante casos de "crímenes de odio". Kenya y su organización se ha hecho cargo de los entierros de sus compañeras asesinadas o enfermas y en situación de calle.
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"Yo no pedí estar en la calle ni pedí usar drogas, fue la propia lógica del trabajo sexual la que me llevó a consumirlas. Al final del día tuve que enfrascarme en esa vida y vivirla con todas sus violencias habidas y por haber", afirmó.