"Matanzas está muy orgullosa de esta botica porque aun no siendo ni la única ni la más antigua se conserva íntegra, tal y como sus dueños originales la concibieron en enero de 1882", comentó a Sputnik Grisel Pérez, guía del museo desde hace 27 años.
Quiso el destino que los doctores Ernesto Triolet, procedente de Francia, y el cubano Juan Fermín Figueroa coincidieran en la segunda mitad del siglo XIX en esta ciudad conocida como la Atenas de Cuba, para que surgiera entre ellos el propósito de crear una botica que con el tiempo se convertiría en historia, y la única de su tipo que se conserva en el mundo.
El doctor Figueroa puso el capital financiero y Troilet los conocimientos profesionales para que este empeño abriera sus puertas, y en sus laboratorios comenzaron a adaptarse las prescripciones desarrolladas en Europa y Estados Unidos, a tono con las necesidades de una comunidad acostumbrada al uso de plantas endémicas con efectos curativos.
La guía del actual museo farmacéutico explicó a esta agencia que esos libros, en perfecto estado de conservación, ya fueron digitalizados, muchas de esas fórmulas se producen actualmente en diferentes laboratorios del país, y medicamentos que hoy se comercializan en la isla, fueron sacados de estos libros de recetas de la botica francesa.
El museo está considerado como un centro de referencia a donde vienen estudiantes de medicina y farmacia cubanos y extranjeros, que estudian en la Universidad de Ciencias Médicas de Matanzas, donde reciben clases futuros médicos de más de 40 países.
Según la guía, el museo atesora numerosas herramientas, vasijas, probetas e instrumentos del laboratorio original, una biblioteca técnica con más de 200 libros, algunos de ediciones únicas de Farmacia, Medicina, Química y Botánica, en español, inglés, francés y alemán.
A su vez, se protegen colecciones de etiquetas, preciosas vasijas de porcelana francesa de fines del siglo XIX donde se conservaban los medicamentos, muebles antiguos y otros elementos decorativos, que formaron parte del patrimonio original de la botica.
También guardan con particular celo la medalla de bronce obtenida por el doctor Ernesto Triolet en la Exposición Universal de París, en 1900, por 11 productos farmacéuticos patentados por él.
"Cuando nos visitan turistas franceses es maravilloso, disfrutas ver como sienten este lugar como propio y son parte del lugar, cuando admiran las porcelanas francesas que tienen más de un siglo y parecen acabadas de hacer", subrayó Grisel Pérez.
En 1964, 82 años después de fundada, el hijo de Triolet, Ernesto Luis, también farmacéutico de profesión y quien había heredado el negocio de sus padres —su madre María Dolores Figueroa fue la primer mujer cubana graduada de Farmacia en una universidad en Nueva York—, entregó su patrimonio al Estado cubano para que se convirtiera en museo.
A 136 años de abrir sus puertas por primera vez, la Botica Francesa del doctor Ernesto Triolet —hoy Museo Farmacéutico de Matanzas— sigue llamando la atención de viajeros y científicos que persisten en desentrañar los misterios de sus libros de recetas y disfrutar del encanto escondido entre sus porcelanas y mostradores, símbolo y orgullo de esta ciudad caribeña.