La ruptura se produce a raíz de la actuación de la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla, que, por razones históricas, ocupa un lugar especial dentro de las 15 iglesias ortodoxas canónicas. Ello implica, en particular, que su líder puede ejercer como árbitro en cuestiones que surgen dentro de la Iglesia ortodoxa.
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Y es que en ese país no faltan conflictos entre los fieles que son partidarios de la autocefalia de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana y los que ni siquiera quieren imaginarlo. Los incidentes registrados hasta ahora dan lugar a temer que, si los cismáticos ucranianos logran su objetivo, sus adversarios se encuentren con las puertas cerradas de las 12.000 parroquias que hasta ahora están bajo jurisdicción del Patriarcado de Moscú.
"Da la sensación de que no se trate de un tema religioso, sino de un tema político que pasa por la religión y que se utiliza a la religión para conseguir fines políticos", indicó el periodista en entrevista con Radio Sputnik.
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En este contexto, sobresale la participación de figuras políticas en un asunto que, a primera vista, parece meramente religioso. Se trata, en particular, de las declaraciones del presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, quien insiste en que la autocefalia es cuestión de seguridad nacional y hasta de la "geopolítica mundial". Tampoco se puede pasar por alto la postura de EEUU: su Departamento de Estado emitió un comunicado de apoyo a la independencia de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania.