El candidato del Partido Republicano ganó, sin embargo, por un estrecho margen, por lo que tendrá que cumplir las demandas de los electores para continuar en la presidencia con el apoyo de la población americana. Pero podemos predecir que las promesas del presidente de Estados Unidos se verán incumplidas, ya que no abordará la raíz de los problemas de las comunidades norteamericanas.
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Todas las conquistas sociales fueron ganadas como resultado de las luchas de los trabajadores a través de protestas, huelgas y negociaciones con el Gobierno estadounidense. Pero apoyándose en la campaña anticomunista, los gobiernos destruyeron la organización de los trabajadores, calificándolos de conspiradores comunistas. La estocada final fue realizada por el Gobierno de Ronald Reagan, quien no dudó en permitir el despido de los empleados declarados en huelga, quienes fueron vetados de trabajar en cualquier puesto del sector público.
Con la ausencia de organizaciones sindicales, los trabajadores de los estados del cinturón industrial no resistieron la embestida de las empresas norteamericanas, que han instalado sus plantas automotrices en países con menores salarios como México.
Cabe recordar que las automotrices, al trasladarse a otros países, dejaron de aportar recursos a las finanzas estatales desde la década de 1990. Por consiguiente, varias ciudades, en las que sobresalen Detroit, Pontiac, Flint, fueron declaradas en emergencia financiera por no contar con el presupuesto suficiente para cumplir con la provisión de servicios, la nómina de salarios y el pago de sus obligaciones financieras.
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Para resolver este problema, los gobernadores implementaron un plan que incluyó la finalización de contratos laborales, la venta de activos estatales y la privatización de servicios públicos. Las repercusiones de este plan han resultado en una masacre social para la población americana, que respondió realizando marchas y protestas en contra de las medidas de austeridad.
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En el caso de los contratos laborales, los gobernadores de los estados aceptaron el despido de trabajadores, la reducción de salarios y la diminución en la creación de empleo. Para los estadounidenses, esto representó un duro golpe para sus expectativas de trabajo, ya que además de enfrentar un mercado laboral adverso, el nivel educativo de los estados del cinturón industrial se encuentra entre los más bajos de Estados Unidos. Por la difícil situación económica, los habitantes no han tenido otra alternativa más que migrar a otros estados que ofrezcan una mejor calidad de vida.
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Con el caso representativo de Detroit, los gobiernos estatales están aplicando programas de demolición de las viviendas desocupadas con el fin de restaurar el estado físico de las ciudades, y con ello atraer inversiones que puedan detener el declive económico. Pero estos programas no han estado acompañados de inversión pública que esté centrada en la construcción de infraestructura, y que por lo tanto ayude a revitalizar a las economías estatales. A pesar del derrumbe de miles de construcciones en Detroit, el fracaso de dichos programas está evidenciado con la pérdida de por lo menos la mitad del valor de las viviendas en las últimas cuatro décadas.
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En medio de este contexto social, los estados del cinturón industrial requieren un mayor aporte económico del presupuesto federal para incrementar el gasto público. Pero los congresistas de los Partidos Demócrata y Republicano están empeñados, en lugar de apuntalar la inversión productiva, en financiar guerras interminables, bases militares y servicios de inteligencia en el mundo entero. Por lo tanto, el cambio favorable en las condiciones de vida de los estadounidenses está ligado a la desaparición del complejo militar-industrial, que ocupa una parte significativa del Tesoro norteamericano para fines destructivos.
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Adicionalmente, los gobernadores ya privatizaron la distribución del agua como parte de los programas de austeridad en algunas ciudades como en Flint. Ahora las empresas privadas han optado por incrementar el costo del servicio, de suerte que las familias estadounidenses no han podido acceder al agua para sus actividades diarias. En consecuencia, la falta de acceso al agua ha repercutido en el deterioro de la salud de los habitantes, ya que no tienen agua para el aseo personal, la elaboración de alimentos y la limpieza de sus viviendas. Por ello, varios expertos de la Organización de Naciones Unidas condenaron la interrupción en la distribución del agua en Michigan, argumentando que viola claramente los derechos humanos reconocidos a nivel internacional.
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Para evitar ese resultado, una nueva fuerza política tiene que emerger para dejar atrás tanto al Partido Republicano como al Partido Demócrata. De lo contrario, la sociedad norteamericana terminaría por degradarse ante la continuidad de los programas que favorecen a las clases dominantes de Estados Unidos.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK Y LOS TEXTOS ESTÁN AUTOEDITADOS POR LOS PROPIOS BLOGUEROS