"Si uno tiene voluntad de laburar [trabajar], junta. Eso estaba vacío; mirá todo lo que junté", dijo a Sputnik Julio Molina, mientras señalaba los dos bolsones de metro y medio de diámetro y de alto que logró llenar esa noche. Tiene 51 años y empezó a trabajar como cartonero en 2001, luego de tener que cerrar por falta de clientes la gomería que había abierto por su cuenta seis meses antes.
"Todo mi barrio empezó a cartonear porque cuando estaba el 'corralito' [medida que imposibilitó la extracción de dinero en efectivo de los bancos] no había movimiento de dinero, entonces de una forma u otra teníamos que mantener a la familia". Julio tiene cuatro hijos y cuando empezó lo acompañaba el mayor, a veces el segundo también.
El reciclador contó que en un principio, para llegar desde el barrio donde vive, a 30 kilómetros, tomaban el 'tren blanco', servicio que se habilitó durante un tiempo para transportar de forma exclusiva a los cartoneros que se movilizaban desde el conurbano a la capital. Después descontinuaron la modalidad y el Gobierno les ofreció un camión para transportar únicamente los carros que utilizan.
El trabajo que realiza Julio se llama recolección diferenciada 'puerta a puerta'. Antes, esto lo realizaban empresas privadas pero en 2008 el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), una organización que nació en 2001, logró que se formalizara el servicio en manos de las cooperativas de cartoneros, que llevó a que se pasara de dos a 35 las toneladas de reciclados recuperados por día.
El sistema de gestión social del reciclado permitió que las cooperativas obtuvieran salarios formales por parte del Gobierno porteño, uniformes, transporte, medidas de seguridad básicas y guarderías para evitar la participación de niños. Sin embargo, este tipo de condiciones solo ocurre en la Ciudad de Buenos Aires.
Organizados en más de 60 cooperativas que forman la Federación Argentina de Cartoneros y Recicladores (Facyr), son más de 200.000 las personas que trabajan en todo el país en la recolección diferenciada de residuos aptos para la reutilización, recuperando 10.000 toneladas de residuos por día. Sus historias hablan del paso de la estigmatización a ser engranajes esenciales de la mejora en la calidad de vida de las ciudades.
"Hoy mucha gente ya entendió que tiene que separar los residuos, pero nadie lo hace del todo bien", contó José Antonio Aguirre, asociado a la cooperativa Las Madreselvas, que forma parte del MTE y la Facyr. La más numerosa de estas agrupaciones es Amanecer de los cartoneros, que cuenta con más de 3.000 socios y es considerada una de las más grandes de Latinoamérica.
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Durante el día hace algunos trabajos como albañil y a la tarde toma el bus de la cooperativa que lo alcanza a la zona de cuatro cuadras que cubre dentro de la capital. Dice estar orgulloso de su trabajo y de lo que lograron en estos años. "Antes éramos invisibles. Nadie nos ayudaba. Nadie nos miraba. Nadie se preocupaba. Así que nos ayudamos nosotros", dijo Antonio.