El secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, advirtió que la exclusión de China del ejercicio militar es el primer paso para contener la militarización de Pekín en el mar de China Meridional, por lo que Washington recurrirá a mayores acciones en contra del país asiático en el futuro.
1. Ubicación, es la ruta que se usa para transportar las mercancías de China, la India, Corea del Sur y Japón, una tercera parte del comercio mundial pasa por este mar;
2. Recursos estratégicos, este mar posee recursos naturales estratégicos como petróleo y gas;
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3. En caso de un enfrentamiento, su control otorgaría una superioridad militar a cualquier país, dando un control exclusivo sobre sus rutas marítimas, que tienen acceso directo a la parte continental de Asia.
Con un acuerdo de seguridad de defensa mutua, la presencia militar estadounidense primero se profundizaría en el mar de China Meridional a través del apoyo del Gobierno filipino.
En este sentido, la instalación de bases militares representa una amenaza para la paz en el continente asiático, puesto que los patrullajes de las fuerzas norteamericanas son cada vez más frecuentes en el mar de China Meridional.
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Por situarse al este de este mar y contar con instalaciones militares, Filipinas sería entonces la puerta de entrada para la flota norteamericana, que tendría una presencia militar permanente en Asia. Evidentemente, esto conllevaría a una respuesta por parte del Gobierno chino, que defendería su espacio marítimo por medio de un despliegue de tropas.
La inconstitucionalidad del fallo se debió, de acuerdo con los medios de comunicación chinos, a que la corte no tiene facultades sobre la propiedad de las islas, tomando en cuenta que Pekín solicitó que su soberanía territorial quedara excluida de las decisiones de la corte.
Por otro lado, el Gobierno filipino también infringió el compromiso que había hecho en las reuniones de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés), de resolver las disputas territoriales por medio de consultas y negociaciones con los representantes de China.
Pero ese giro en la diplomacia del Gobierno de Duterte todavía no se ha traducido en la resolución de las disputas territoriales con China por medio de negociaciones entre los representantes de ambos países.
Además, el presidente filipino reafirmó, durante la gira del presidente Donald Trump en Asia, su compromiso en la instalación de las bases militares en noviembre del año pasado.
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De la misma forma, la asistencia militar de Washington a Manila se ha acrecentado significativamente en los últimos diez años. Como prueba de ello está la ayuda en el sector militar que en 2017 se situó en 40 millones de dólares durante el 2017. Todo este arsenal destructivo, que incluye armas de fuego y equipo de alta tecnología para las operaciones aéreas y marítimas, se concedió por las razones bien conocidas de Estados Unidos de combatir a las redes terroristas y los grupos de narcotráfico.
Además, el Gobierno se ha dedicado a perseguir a activistas, periodistas y defensores de derechos humanos que se atreven a criticar la estrategia de Manila para erradicar el narcotráfico y el terrorismo.
Por otra parte, el presidente Duterte no ha abordado las raíces de la violencia, cuyo origen se deriva de las terribles condiciones de vida en Filipinas, que ya cuenta con una tasa de pobreza por encima de un 25% de la población.
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En este escenario de pobreza, el trabajo infantil es el símbolo de la injusta realidad del mercado laboral, donde millones de niños, de acuerdo con estadísticas de 2011, trabajan en plantaciones, minas y fábricas destruyendo así sus posibilidades de desarrollo profesional. Todo esto fue producto del colonialismo norteamericano, que impuso formas de trabajo brutales sobre la mayoría de la población, acumulando enormes ganancias para sus compañías.
Es evidente que Washington se ha convertido en el brazo derecho de este Gobierno represor que necesita de un fuerte complejo militar para aplastar a todas las protestas sociales y que le da a cambio a Estados Unidos su deseada presencia militar en el mar de China Meridional.
De mantener Manila su postura, se corre el riesgo de desestabilizar la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda propuesta por el presidente chino, Xi Jinping. Según el mapa de la ruta marítima, el punto de partida será la ciudad china de Chongqing, para después atravesar el mar de China Meridional y el océano Índico, y finalmente llegar a Europa y África.
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Para concretar los proyectos de infraestructura que formarían parte de la Nueva Ruta de la Seda, los representantes diplomáticos chinos no sólo están llevando a cabo negociaciones bilaterales con los países asiáticos, sino también establecieron foros de diálogo en el seno de la ASEAN.
A lo largo de la ruta, Pekín planea realizar cuantiosas inversiones para explotar los recursos marítimos principalmente en la maricultura, potenciar el transporte por medio de la construcción de grandes puertos e impulsar el turismo a través del mejoramiento de los servicios públicos.
La culminación de estos proyectos dará pie a otros proyectos de envergadura como lo son las líneas de ferrocarriles, los parques industriales y las zonas de cooperación económica, que están estrechamente vinculadas al desarrollo de puertos, líneas marítimas seguras y la prevención de daños de desastres naturales.
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Sin embargo, la barrera más grande a la que se han tenido que enfrentar estos proyectos, ha sido la incapacidad de los Gobiernos asiáticos de resolver las disputas territoriales en el mar de China Meridional, situación que ahora se ha visto agravada por la posición de Manila.
Es ahora cuando resulta fundamental reforzar la cooperación entre los países asiáticos a fin de que Estados Unidos, con su arsenal destructivo, no socave los esfuerzos de impulsar la integración productiva en el continente asiático.
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