Todo empezó en 1988, explica a Sputnik. Un buen día encontró por casualidad una de las obras de Vladímir Veniáminovich Frolkis, reputado gerontólogo ucraniano fallecido en 1999. El libro lo puso en la pista de otro, 'Las perspectivas de la inmortalidad' ('Prospect of Inmortality'), escrito por el fundador de la criónica, el estadounidense Robert Ettinger.
"La idea está en congelar los tejidos o los órganos humanos hasta la temperatura del nitrógeno líquido o del dióxido de carbono en estado líquido, conocido como hielo seco", dice a Sputnik este profesor de la Universidad Técnica Estatal del Sur de Rusia.
Reconoce, eso sí, que congelar su cabeza no está exento de riesgos, de problemas y de ciertos aspectos jurídicos que habrá que tener en consideración. Sobre todo teniendo en cuenta que la criónica es una disciplina que está todavía muy verde. Nekrásov argumenta a Sputnik por qué es una buena idea.
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"La crionización se lleva a cabo después del reconocimiento legal de que el cliente de la empresa de criónica ha fallecido. Existen dos claras alternativas. O se entierra el cuerpo o se crioniza. En el segundo caso, hay esperanzas de que pueda revivir. Creo que hay posibilidades de que salga bien".
Este profesor universitario agrega que la decisión la tomó él mismo tras estudiar la literatura científica que se ha ido publicando sobre el tema. Por eso llevó su tiempo decidirse a dar el paso. Eso sí: a sus familiares los dejó helados cuando se enteraron de sus planes.
"Se lo tomaron de manera un poco abstracta, pero no se opusieron. También les expliqué los riesgos y lo discutimos todo. Mis más allegados y mis compañeros de trabajo todavía no se han hecho a la idea. En principio están a favor del progreso tecnológico, pero no se imaginan de qué forma puede ser viable en la práctica. Estoy convencido de que en el futuro comprenderán los beneficios de la criónica", revela a Sputnik.
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