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Cómo el fallido golpe de 1991 en la URSS aceleró el neoliberalismo en América Latina

© Sputnik / Igor Mikhalev / Acceder al contenido multimediaImágenes de Moscú durante el intento de golpe de agosto en 1991
Imágenes de Moscú durante el intento de golpe de agosto en 1991 - Sputnik Mundo
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América Latina no permaneció ajena a la tensión que se vivió en Rusia en 1991, cuando un grupo de funcionarios soviéticos dieron golpe de Estado fallido contra Mijail Gorbachov para evitar la reorganización de la entonces Unión Soviética. Para la región, las consecuencias serían muy importantes. Entérate por qué.

A lo largo de 1991, muchas repúblicas que integraban la Unión decidieron declarar su independencia. La integridad del Estado soviético como se lo conoció durante buena parte del siglo XX corría peligro. Su líder, Mijail Gorbachov pretendía crear la Unión de Estados Soberanos, una confederación con una naturaleza distinta a la URSS, que la reemplazara y mantuviera unidos a los países que la conformaban.

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Pero en las altas cúpulas del poder muchos no estaban de acuerdo. Un grupo de oficiales pretendía que la URSS siguiera en pie tal y como se la conocía. Del 18 al 21 de agosto, el autodenominado Comité Estatal para el Estado de Emergencia intentó tomar control del país.

Su objetivo no fue cumplido, pues Gorbachov al final no fue depuesto, gracias a la movilización popular, que hizo fracasar el golpe. Pero su intento de refundar la Unión también fracasó y se aceleró el proceso que llevó a la desintegración de la URSS, en diciembre de 1991.

Según el analista Alberto López Girondo, editor internacional de Tiempo Argentino, aquellos días de agosto "marcaron el fin" del país que se empezó a construir a partir de la revolución de 1917.

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"En muchos lugares del mundo, todavía hay un largo debate sobre lo que llevó a esa situación. Pero en concreto marcó el fin de la URSS, el fin del proyecto de Gorbachov para encauzar algún tipo de apertura en el mismo sistema. Y para todo el mundo el fin de un proyecto, de una utopía. Creo que hoy estamos pagando las consecuencias", dijo el experto.

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La intentona de agosto de 1991 fue "una de las fichas" de un efecto dominó que golpeó en todo el planeta y cuyas consecuencias llegaron a América Latina. Durante toda la década de los noventa, al desaparecer el bloque soviético, encontró menos resistencia "el avance de las políticas neoliberales" que aumentaron las desigualdades sociales: privatizaciones, recortes, despidos, se hicieron generalizados desde México hasta la Patagonia.

"Creo que América Latina, en los primeros años del siglo XXI fue el único lugar donde se intentó mantener algún tipo de utopía, aunque obviamente no una revolución socialista. Pero los gobiernos populares trataron de mantener cierta defensa de los intereses populares, cierto rol para el Estado, que en estos momentos se está dando marcha atrás", precisó.

Según López Girondo, dentro de los debates ideológicos en "la izquierda y los movimientos progresistas de todo el mundo", está el análisis de cómo estas fuerzas "empiezan a tomar políticas que son de derecha" una vez que acceden al poder.

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"Esto tiene que ver porque no existe ese gran contrapeso, ese gran faro que significó la URSS durante 70 años, que le decía al mundo que existía otra posibilidad", opinó el experto.

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A criterio de López Girondo, después de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo trató de adaptarse a políticas menos brutales, dada la existencia de un proyecto como la URSS, tan distinto y a pocos cientos de kilómetros de potencias como Alemania. Al desintegrarse la nación soviética, en buena medida a partir de los hechos de agosto, "el salvajismo volvió al mundo".

Esto fue visible en el terreno militar, señala López Girondo. La OTAN "había perdido su razón de ser" al desaparecer su némesis, el Pacto de Varsovia, la alianza de países del Este de Europa y la URSS. Pero en lugar de disolverse, con el tiempo "fue avanzando" incorporando países que estaban bajo la órbita soviética intentando hacerse con la hegemonía en la zona.

Europa también aprovechó la oportunidad para llevar agua a su molino. La reunificación de Alemania (1990) la posicionó como un actor mundial más fuerte. La Unión Europea, "hasta entonces un mercado común", avanzó en la integración regional y tomó medidas como "la creación del euro para competir con el dólar".

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"Todo eso se dio cuando Europa empezó a considerar que había ganado la batalla contra Rusia, que siempre fue un enemigo de los países del centro del continente", puntualizó el analista.

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Tras ese proceso de debilitamiento "que empieza en 1991, el emergente termina siendo Vladímir Putin en el 2000". A partir de entonces Rusia "retoma sus aspiraciones de convertirse en un poder mundial". Esto marca el inicio de "otra parte de la historia", a la que "estamos asistiendo en este momento".

La pulseada con la OTAN que comenzó con el debilitamiento de Moscú en 1991 aún continúa, pero con una Rusia más fortalecida desde el punto de vista diplomático, estratégico y militar en comparación con la década de 1990. Esto se ha visto con los intentos de la OTAN en "asociar a Ucrania", la crisis de Crimea en 2014, el conflicto en el Donbás o el acercamiento a Georgia.

"Hay una jugada geopolítica que no se termina", concluyó el experto.

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