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La reacción de la parte rusa fue contraria a la que aparentemente se buscaba. El empresario Ígor Rótenberg, responsable de la construcción, se mostró "orgulloso" de estar realizando la megaobra y subrayó, dirigiéndose a quienes están descontentos con el exitoso avance del proyecto, que son "problemas suyos". Desde el Gobierno ruso se pronunciaron de la misma manera.
Según dijo a Radio Sputnik Carlos Puente Martín, analista político y económico en asuntos europeos, las nuevas sanciones de la UE son "una especie de bomba de relojería contra la tecnología rusa". Indicó que el objetivo es obstaculizar la expansión internacional de las empresas rusas "de ingeniería y construcción", las cuales volvieron a demostrar su enorme competitividad al construir el puente de Crimea "con una moderna tecnología y en unos plazos más que razonables".
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A su vez, Javier Colomo Ugarte, doctor en Geografía e Historia, interpretó el ataque de la UE contra Rusia como "una manera más de mantener la presión" sobre el gigante euroasiático en unas circunstancias en las que parece que Vladímir Putin y Donald Trump entablaron un diálogo que pueda desembocar en un deshielo.