SI Pablo Casado quiere que el PP vuelva al poder, estará obligado a buscar el voto del centro. Un discurso de derecha dura puede hacer ganar un Congreso de partido, pero difícilmente puede llevar a la victoria en unas elecciones generales.
Casado, de 37 años, derrotó en la contienda de los conservadores españoles a Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta en el Gobierno de Mariano Rajoy durante 7 años y representante de la continuidad de la política del ex primer ministro.
Tema relacionado: Pablo Casado, nuevo presidente del Partido Popular español
EL nuevo jefe del PP, que será automáticamente su candidato a la presidencia en las próximas elecciones (dentro de un año y medio como máximo) defiende lo que en otro tiempo la prensa y ciertos políticos extranjeros definían en referencia al mandato de José María Aznar como "una derecha sin complejos". Entonces, durante el período de los 90, el PP logró atraer a las urnas votos de la derecha más conservadora y también mucho apoyo de centro, el caladero sociológico que entonces desequilibraba la balanza entre PP y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
El PP y sus competidores políticos tendrán hasta 2020 —si antes no cae el gobierno minoritario socialista— para prepararse ante un nuevo escenario en el que Casado irrumpe casi por sorpresa. Rajoy, desde el poder institucional, no tenía la libertad de maniobra y de palabra que su sucesor va a poder exponer en la larga campaña electoral que ya ha comenzado. Y sus rivales dan sus primeras ideas de por dónde irán los tiros.
También: Mariano Rajoy vuelve a su antiguo puesto de trabajo tras 28 años en la política
El PSOE considera que la victoria de Pablo Casado en el XIX Congreso del PP es una buena noticia, porque entiende que ello representa un viraje hacia la derecha que le puede ayudar a la hora de despertar la alerta entre los votantes de izquierda. A la izquierda del PSOE, algunos líderes de Podemos enseguida situaban a Casado en la "extrema derecha". Pero el nuevo dirigente del PP tiene una ventaja con respecto a otros partidos conservadores europeos.
Casado y el Partido Popular no deberán compartir votos con fuerzas más a la derecha de su ideario, como es el caso de Angela Merkel con el partido Alternativa para Alemania. En España tampoco hay un Geert Wilders (Holanda), ni una Marine Le Pen (Francia), ni un Heinz-Christian Strache (Austria). Casado y los populares no deberán entrar en discusiones sobre inmigración masiva o sobre identidad cultural (contra el islam político). Ni uno ni otro asunto forman parte, de momento, del debate interno en España.
Casado puede, en lo que queda hasta 2020, disputarle a Rivera votos catalanes de constitucionalistas que han visto a Ciudadanos como el único baluarte realista contra el independentismo. Recuperar el voto perdido en Cataluña será una de las tareas más difíciles para el nuevo líder, tras la sangría sufrida durante los últimos años de la era de Rajoy en esa parte de España.
Como Rivera, Casado se considera liberal en lo económico, y en ese terreno debe buscar diferenciarse sin circunscribirse únicamente a las promesas de rebajar impuestos. En los aspectos de sociedad que les separa, Ciudadanos coincide con el PSOE. Socialistas y populares están pues obligados a machacarse entre ellos, conscientes de que al final, quizá necesiten al partido de Rivera para formar mayoría, o en pareja, o con otros pequeños partidos.
Además: El partido de Puigdemont renueva su dirección y reafirma sus intenciones independentistas
El partido de Casado, tras siete años de gobierno, puede ahora dinamitar desde la oposición y su mayoría en el Senado, la labor del débil gabinete de Pedro Sánchez en las próximas citas electorales hasta las generales de 2020. EL PSOE cuenta con un apoyo circunstancial de Podemos y de nacionalistas vascos y catalanes, pero esa coalición parlamentaria se disolverá inevitablemente ante las posiciones divergentes que todos sus componentes deberán subrayar para disputarse el voto nacional.
Que hasta entonces Pedro Sánchez quiera insistir en políticas de izquierda y en compromisos con Podemos es comprensible si quiere seguir en la Moncloa, pero a medida que se acerque el enfrentamiento en las urnas, su principal enemigo en la izquierda se desmarcará para sobrevivir electoralmente y no ser fagocitado.
El sector más feliz con la victoria de Pablo Casado es el periodístico. Para la prensa conservadora, nace una ilusión tras la moderación exasperante de un Mariano Rajoy que había renunciado a la batalla por la hegemonía cultural y moral. Para los medios de izquierdas, Casado ofrece un nuevo debate, más ideologizado; la salsa que atrae a la audiencia. Y menos centrado en la corrupción, la losa que ha perseguido durante años al Partido Popular.
Queda a la sombra el gran desafío de cualquier partido español: admitir la necesidad y promover las reformas que tanto precisa y tanto espera el país.
Más: El expresidente Aznar afirma que España está bajo un "golpe de Estado secesionista"
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK