"Pregunté al marido de una familia que había salido de Guta Oriental si me podía permitir hablar con su esposa en privado. Necesitaba pedirle que confirmase si había sufrido abusos sexuales. El hombre comenzó a gritarme y a acusarme de querer meterle en la cabeza a su esposa según qué convicciones políticas y religiosas ajenas a ellos", explica a Sputnik una de las empleadas del grupo de psicólogos.
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Por el censo de la población de Guta Oriental, se sabe que muchos pequeños llevan los nombres de padres inventados. Un detalle que demuestra el difícil destino de sus madres. Son víctimas de la violencia, pero no hablan de ello porque, de lo contrario, sería difícil vivir tanto para ellas como para sus hijos.
"A las personas a las que se les ha lavado el cerebro e infundido ideas terroristas se les puede identificar por medio de test especiales. Sufren insomnio, son desconfiados y carecen de iniciativa y de motivación para comenzar una vida normal", explica a Sputnik Sana Mansha, una de las psicólogas sirias que lidian con la barbarie de Guta Oriental.
"Los pequeños expresan sus pensamientos y convicciones cuando juegan y en los dibujos que hacen. Basta con observar lo que hacen para darse cuenta en seguida por lo que han tenido que pasar", asegura Mansha.
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