"Los países de la OTAN tratan de encontrar un cierto equilibrio entre la defensa y el diálogo. Sin embargo, ya han cruzado la línea roja. La situación ha cambiado considerablemente hoy en día y, de hecho, la OTAN ha empezado a recurrir a las tácticas de la Guerra Fría no solo en su política, sino también en cuanto al aumento de su poderío militar", indicó Grushkó.
Tras la reincorporación de Crimea a Rusia, en 2014, y la crisis en el este de Ucrania, la OTAN suspendió toda cooperación civil y militar con Moscú. Paralelamente decidió, sin embargo, preservar los canales de diálogo político, la comunicación militar, y continuar la labor del Consejo OTAN-Rusia, un foro de consultas bilaterales establecido en 2002 para embajadores y personal de menor rango a estos últimos.
En julio de 2016, la OTAN aprobó un incremento sin precedentes de su presencia militar en Europa del Este. Esto incluyó el despliegue de cuatro batallones multinacionales en Estonia, Letonia, Lituania y Polonia en el marco de una política de contención de Rusia, a la que se acusa de desestabilizar la situación en Ucrania.
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Además, la Alianza Atlántica sigue adelante con el emplazamiento de armas antimisiles estadounidenses en Europa.
A finales de marzo pasado, el bloque redujo de 30 a 20 empleados la plantilla de la misión permanente de Rusia ante la OTAN. La medida se tomó en apoyo a Londres, que responsabilizó a Moscú del envenenamiento del exespía Serguéi Skripal y su hija Yulia en Salisbury.
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