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Televisores de regalo y 'tallarines' de aluminio: curiosidades de la Guerra de Malvinas

© REUTERS / Argentine PresidencyVisita al Cementerio de Darwin de familiares de caídos en Malvinas
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De los conflictos bélicos se suelen recordar las batallas, bombardeos y acciones tácticas. Sin embargo, hay una serie de cuestiones de la vida cotidiana que marcan también cada contienda. El diario La Nación de Buenos Aires enumeró algunas particularidades de la Guerra de Malvinas, a 36 años de su inicio.

El 2 de abril de 1982, los argentinos desembarcaron en las Malvinas y comenzó un conflicto que se prolongó durante 74 días. Apenas llegados, se encontraron con resistencias de parte de los isleños, a quienes intentaron 'seducir'. En aquel momento, las islas solo contaban con dos horas de transmisiones de la BBC, recuerda la nota de La Nación firmada por el periodista Daniel Santa Cruz.

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El Gobierno ofreció regalarles 450 televisores con antenas que pudieran captar la señal de Argentina Televisora Color (ATC), uno de los canales estatales del país que a partir del Mundial de 1978 fue más allá del blanco y negro. Y aunque los isleños no aceptaron el regalo, hubo una señal local, administrada por los argentinos durante el tiempo que duró la guerra.

Otros desencuentros se plasmaron en el rechazo al cambio de sentido en la circulación para igualarla en el continente o en el envío de panfletos que invitaban a confraternizar. La desconfianza hacia los isleños desde el lado argentino se notaba también, por ejemplo cuando realizaban ruido con helicópteros para evitar que los radioaficionados pudieran comunicar a los británicos sobre el aterrizaje o despegue de aviones de bandera albiceleste.

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Ya terminada la guerra, la estrategia de ganarse el corazón de los habitantes británicos de las islas continuó. En los 90, el canciller argentino Guido di Tella dispuso el envío de juguetes de peluche para los niños, así como de tarjetas, libros y otros regalos para los adultos con motivo de la Navidad.

El gesto no fue bien recibido y los objetos terminaron en la basura. Los que los conservaron, los tomaron apenas como una excentricidad de las autoridades del entonces Gobierno de Carlos Menem, cuenta una crónica de Clarín en 1998.

Pero si hubo dificultades para que los argentinos y los isleños pudieran entenderse, tampoco estuvo exenta de obstáculos la relación con los soldados provenientes de Gran Bretaña una vez terminado el conflicto. Santa Cruz recuerda cómo les llamaban 'Bennies' a los lugareños, por su presunto parecido al mítico cómico televisivo británico Benny Hill.

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Las autoridades militares británicas prohibieron este término, por lo que se vio mutado a 'stills' —es decír, 'todavías'—, pues aunque mediara una orden, 'todavía' se seguían pareciendo al personaje, según la crónica de La Nación. No era la primera vez que un mote generaba polémicas: el término tradicional de 'kelpers', relacionado a las algas que se encuentran en esas aguas, era considerado despectivo por los locales.

Una fábrica de pastas ayudó a salvar la vida de varios aviadores argentinos, también cuenta Santa Cruz. Normalmente, para defenderse de misiles, las aeronaves lanzan cintas plateadas para confundir la artillería guiada por radar, llamadas 'chaff'. Algunos aviones argentinos no tenían esta capacidad, pero los militares se dieron maña para dotarse de esta posibilidad.

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Un aviador encomendó a su hijo y a sus amigos que cortaran tiras de papel de aluminio con tijeras, pero no daban abasto. Al ver que el ancho de estas tiras era parecida a la de un tallarín —la pasta que se suele comer los domingos en muchas mesas de Argentina— fueron con planchas de aluminio a fábricas de pasta. Dos de los aviones derribados son los que no alcanzaron a abastecerse de este 'chaff' hecho como si de fideos se tratase.

Del mismo modo, se supieron apoyar en otros artilugios como toboganes o tractores para mejorar el rendimiento de armas, narra el periodista de La Nación.

Hubo, sin embargo, personajes locales que lograron mantenerse al margen del conflicto. Se trata de los pingüinos, que, según Santa Cruz, han aumentado de número en el territorio a pesar de las 20.000 minas antipersonas colocadas por los argentinos durante la guerra. Es que las aves pesan menos de los 45 a 60 kilogramos necesarios para activarlas, de modo que son inmunes a esta peligrosa pieza bélica.

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Desde el final de la guerra, la población de pingüinos ha llegado al millón —cientos de veces más de los cerca de 3.000 isleños— gracias a estos 'santuarios' en los que la presencia humana puede acarrear un desenlace fatal.

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