Todo comenzó en abril de 1990 cuando Alberto Fujimori venció en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales al futuro premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Con un discurso nacionalista y transversal, Fujimori derrotó a sangre y fuego a la guerrilla de Sendero Luminoso, atrapó a su máximo líder Abimael Guzmán, destruyó el sistema de partidos e instauró un régimen autocrático basado en un complejo sistema de espionaje y terror diseñado por su lugarteniente, el exmilitar Vladimiro Montesinos, jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN).
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El primer presidente elegido después de Fujimori, Alejandro Toledo, está en busca y captura y Perú va a pedir a Estados Unidos la extradición por su presunta implicación en el caso Odebrecht, un monumental escándalo de corrupción inmobiliaria que surgió en Brasil y está afectando a la clase política de varias naciones latinoamericanas.
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PPK —como Kuczynski es popularmente conocido entre los peruanos— ha sido denostado incluso por quienes le apoyaron. El citado Mario Vargas Llosa, sin ir más lejos, llegó a decir que fue "una suerte que haya tenido que salir antes de terminar su mandato" porque "en realidad", remarcó, ha sido "uno de los peores presidentes que hemos tenido en esta época". Ya se sabe lo que dice el refranero: hacer leña del árbol caído.
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— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 22 марта 2018 г.
A Kuczynski le ha sustituido el vicepresidente Martín Vizcarra, quien se enteró de la dimisión en Ottawa pues había sido nombrado embajador en Canadá para no quemarse en la primera línea de batalla. No habrá elecciones anticipadas. De momento. Pero la tónica futura será la inestabilidad política crónica hasta 2021 —los tres años de legislatura que restan—, un ambiente enrarecido que sólo fomenta mensajes de descrédito y decepción como "¡Qué se vayan todos!".
Lo más paradójico del asunto es que la robustez del país no se está viendo demasiado afectada por esta alarmante deriva, por esta imparable degradación política. De hecho, la economía nacional sigue creciendo a un ritmo tan envidiable para la región latinoamericana —un 2,5% anual— que los analistas no dudan en hablar de "milagro peruano".
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK